PARÍS.- Francia
se prepara para vivir este lunes una nueva jornada negra en el
transporte público terrestre, la quinta consecutiva, por la huelga
contra la reforma de las pensiones del presidente, Emmanuel Macron, que
en este pulso con los sindicatos se juega la suerte de la segunda parte
de su mandato.
Circularán
de media un 20 % de los trenes de alta velocidad (TGV), de los otros de
largo recorrido, y de los cercanías en París y en torno al 30 % de los
regionales, aunque en este último caso serán autobuses los que
sustituyan en su mayor parte a los trenes, indicó la Sociedad Nacional
de Ferrocarriles (SNCF).
En
las líneas internacionales, seguirán totalmente suspendidas las que
conectan Francia con España y con Italia, y funcionarán muy parcialmente
los enlaces entre Francia y Alemania, y Francia y Suiza (una quinta
parte de lo habitual).
Algo
mejor será el servicio de los Eurostar a Londres, con dos tercios del
total, y de los Thalys a Bélgica y Holanda, con tres quintas partes de
los de un día normal.
La
SNCF recomienda en su comunicado a los viajeros que si pueden anulen o
aplacen sus desplazamientos. Se teme que, ante la presencia de muy pocos
trenes en los andenes, una fuerte afluencia de público pueda plantear
problemas de seguridad.
El
segundo punto negro será la entidad del transporte metropolitano de
París RATP, obligada a cerrar 10 de las líneas de metro. Sólo abrirán
normalmente las dos automáticas (la 1 y la 14) y muy parcialmente otras
cuatro, pero únicamente en las horas punta (de 6.30 a 9.30 y de 16.30 a
19.30).
Circularán
la mitad de los autobuses en el área metropolitana y la tercera parte
de los trenes RER B que comunican con los dos aeropuertos, pero estos
solo en las horas punta.
Una
de las consecuencias serán de nuevo cientos de kilómetros de atascos en
los accesos, que este domingo por la tarde volvían a repetirse (250
kilómetros a las 18.00 locales), a un nivel muy superior del normal.
El
primer ministro, Édouard Philippe, que el miércoles presentará en
detalle el contenido de la reforma, reunió este domingo por la tarde a
los miembros de su Gobierno implicados.
Luego,
los ministros que deben gestionar todos los aspectos de la huelga y de
las protestas, han sido convocados para diseñar la estrategia de los
próximos días en el Elíseo por Macron, que no puede desentenderse de la
que fue una de sus grandes promesas de campaña y que en caso de fracaso
rompería su imagen de presidente elegido y que llegó al poder para
reformar el país.
Todos
están bajo la presión de la movilización de los sindicatos que se
oponen, la oposición más fuerte desde 2010, y que el jueves sacaron a la
calle a cientos de miles de personas -800.000 según la policía, 1,5
millones según la Confederación General del Trabajo (CGT)-.
Las
mismas centrales que han convocado una nueva jornada de manifestaciones
el martes, antes de los anuncios de Philippe, que el viernes ya dejó
entrever algunas concesiones posibles respecto a su proyecto inicial
para intentar convencer a los sindicatos reformistas y conseguir un
vuelco de la opinión pública.
Antes
de eso, el alto comisario para la reforma nombrado por Macron,
Jean-Paul Delevoye, reúne el lunes por última vez a todas las
organizaciones sindicales y patronales para cerrar la concertación que
ha dirigido en los últimos meses.
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