martes, 21 de junio de 2016

A dónde vamos con los tipos cero / Primo González *

Los tipos de interés negativos, o en torno al 0%, no han traído la felicidad a la economía y cada vez aumenta el ejército de los descontentos y de los disconformes, empezando, claro está, por lo bancos, que se ven privados de ingresos, pero siguiendo con los demás agentes económicos, que no le están viendo beneficio tangible a esta situación. Los bancos centrales siguen defendiendo, aunque cada vez con menos énfasis, sus remedios monetarios, en su la lucha por entrar en tasas de inflación del 2%, que no acaban de aparecer, y lograr una recuperación convincente de la actividad económica.

El abaratamiento del dinero y de la financiación ofrece a estas alturas, tras dos años de dinero barato o negativo, un balance con luces y sombras, aunque las primeras no están siendo bien aprovechadas y las segundas amenazan con crear problemas mayores de los que tratan de resolver. Por ejemplo, el dinero barato, o mejor baratísimo, está alargando la fase de irresponsabilidad de algunos Gobiernos (el español, entre otros) que se benefician de costes financieros muy por debajo de la realidad, lo que no impide que la deuda estatal siga en aumento. 

Es muy probable que, de tener los tipos de interés en situaciones más normales, la lucha contra el déficit habría tenido mucha más severidad, más eficacia. Se sigue hablando de la necesidad de darle carpetazo a las políticas de austeridad como si los Presupuestos de estos últimos años, y el del año 2016 todavía, fuesen un catálogo de virtudes en el control del gasto público y en la cor4recta fijación de los impuestos.

También está beneficiando a las empresas el bajo coste de la financiación, aunque esta ventaja no siempre es aprovechada debido a que los proyectos de inversión, que es en donde se coloca por lo general el dinero procedente del crédito, son ahora más escasos que abundantes. La economía no tiene el vigor necesario como para demandar grandes flujos de financiación en el sector privado, distintos a lo que es pura refinanciación de deudas anteriores.

Para los bancos, el bajo coste del dinero tiene a su vez alguna ventaja pero bastantes inconvenientes, como se está viendo en las cuentas de resultados, en las declaraciones de los protagonistas del sector y en la evolución de los hechos en el terreno corporativo. Los bancos están metidos en una ola de ajustes de costes para compensar las bajas rentabilidades del crédito y le menguada partida de los márgenes, que es de donde salen los beneficios del sector. Los bancos están multiplicando sus actuaciones defensivas, algunas de las cuales tienden a buscar alianzas y fusiones entre entidades financieras para afrontar con alguna garantía de éxito el futuro.

Si de este panorama va a salir un sector financiero más fuerte, que sería lo deseable por el bien del conjunto de la economía, o más debilitado, está por ver. Nadie se atreve echar las campanas al vuelo en este debate sobre el futuro de la solvencia bancaria en las presentes circunstancias, aunque el número de los escépticos supera con creces a los que manifiestan lo contrario. Los esfuerzos de las entidades reguladoras encaminados a preservar la solvencia de las entidades financieras con medidas reforzadas de capitalización están tropezando con tantas dificultades que los propios reguladores han empezado a dar marcha atrás, para hacer más graduales los pasos en esta dirección.

La etapa de los tipos cero tendrá que darse por concluida cuanto antes porque en caso contrario las distorsiones de esta política serán difíciles de remediar en el futuro. Lo malo es que el final de esta etapa va a exigir a muchos Gobiernos esfuerzos de ortodoxia fiscal redoblados, lo que no será fácil poner en práctica en un entorno político que ha sido tan permisivo con el gasto público.


(*) Periodista y economista español


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