martes, 21 de junio de 2016

Cameron alerta de que votar sí al Brexit es ‘irreversible’ y pone ‘en riesgo’ al Reino Unido

LONDRES.- Los bandazos de las encuestas, que en cuestión de horas han pasado de una abrumadora mayoría a favor del Brexit a siete puntos de diferencia a favor del sí a la permanencia del Reino Unido en la UE -el sondeo que publica este martes The Daily Telegraph- han generado un gran nerviosismo en los abanderados de las dos posturas enfrentadas. Y es en ese estado de ánimo en el que hay que encuadrar el nuevo y dramático llamamiento del primer ministro, David Cameron, para rechazar la salida del club europeo.

En un discurso a las puertas del 10 de Downing Street, su despacho oficial, Cameron ha recordado a los británicos que la decisión que tomen en el referéndum de este jueves es “irreversible” y ha instado a “no poner en riesgo” la estabilidad y la seguridad del país. Cameron es consciente de que se juega su propio futuro político y quizá por eso ha decidido hacer esta comparecencia cambiando el discurso del miedo que ha utilizado hasta ahora –la retahíla de desgracias sobre todo económicas que sacudirían al país si finalmente saliera de la UE, para centrarse en los aspectos positivos de la permanencia.
Cameron ha reivindicado cuestiones con las que espera llegar al corazón de un votante confundido por la complejidad de las estadísticas y la disparidad de la guerra de cifras en la que se embarcaron los dos bandos. Así, ha puesto en valor elementos universales que, según él, dependen de la continuidad en la UE, como la prosperidad de las familias, el mantenimiento del empleo e, incluso, la seguridad nacional.
Además, su intervención ha evidenciado el interés por llegar a una audiencia concreta que podría decidir el futuro de Reino Unido: los mayores, los más proclives, según las encuestas, a votar por la salida. En un ejercicio de empatía electoral, ha tratado de mostrar que se pone de su parte y que comparte todas sus preocupaciones: “Quiero dirigirme directamente a las personas de mi generación y mayores. Sé que la UE no es perfecta, créanme, entiendo esas frustraciones, pues las siento yo mismo”, ha dicho y ha añadido: “Por eso negociamos y mejoramos nuestro estatus especial: fuera del euro, manteniendo nuestras fronteras, excluidos de una mayor integración europea. Tenemos lo mejor de ambos mundos”.
El primer ministro no ha podido evitar, no obstante, algunas referencias a los perjuicios que se derivarían del Brexit: “La próxima generación tendrá que vivir con las consecuencias por mucho más tiempo que el resto de nosotros”. Según sus palabras, la economía “es más fuerte si nos quedamos, más débil si salimos”, por lo que ha advertido: “Existen riesgos para nuestras familias y no deberíamos tomarlos”. “Por usted, por su familia, por el futuro de nuestro país, vote por la Permanencia”, ha pedido a los votantes al tiempo que insistía en que el Reino Unido es “más seguro” como parte de la UE. Además, y como “país especial” que es, ve aumentado su poder al ser capaz de influir en el bloque comunitario.
El llamamiento se ha producido a dos días de una votación en la que, pese al avance de los partidarios de la permanencia, se prevé que el margen sea muy ajustado. La última encuesta realizada por la firma Survation da un 45% a favor de la continuidad frente a un 44% que apoya el Brexit. Sin embargo, si se descuentan los indecisos en esa encuesta, el apoyo a la permanencia subiría al 51 %, comparado con un 49 % para la opción de la salida.
Si gana esta segunda opción, el máximo responsable será el propio Cameron quien, tras años de enfrentamientos en su partido por este asunto, acabó cediendo en 2013 con la promesa de un plebiscito incluido en el programa electoral para las generales del año pasado. Ahora bien, lejos de rebajar la temperatura interna, las disensiones generadas amenazan ahora con cobrarse la cabeza del dirigente que decidió que cuatro décadas sin revisar la afiliación comunitaria eran demasiadas. Incluso si no pasa a los libros de historia como el ‘premier’ que sacó a Reino Unido de Europa, Cameron ha quedado ya como el principal perjudicado de una campaña que ha reavivado las luchas cainitas que en los 90 habían abocado a su partido a la oposición durante tres legislaturas consecutivas.
Aunque ha reiterado que no dimitirá si este jueves pierde la batalla, el debate ya no analiza su legitimidad para permanecer en el Número 10 en caso de ‘Brexit’, sino en si el desgaste aparejado y las divisiones internas le permiten mantenerse como líder de una formación que coquetea con la guerra civil. El desacato a su autoridad ha sido consumado por aquellos sectores que nunca han estado cómodos con su ascenso, pero el hecho de que prácticamente la mitad del grupo parlamentario ‘tory’ haya desafiado la postura del líder merma notablemente su margen de maniobra.
En consecuencia, a partir de este viernes por la mañana, Cameron se enfrenta a una carrera por su supervivencia política en la que, junto al lugar de Reino Unido en el mundo, está en juego el futuro mismo del Partido Conservador. Los descontentos con su continuidad tan sólo necesitarían medio centenar de firmas y, de acuerdo con quienes ya han barajado esta posibilidad públicamente, el número es factible, sobre todo si, incluso de vencer la permanencia, la diferencia no es aplastante.
Las heridas de la campaña son profundas en las dos facciones en las que se ha dividido la formación, por lo que resulta improbable que el rechazo a Bruselas quede sofocado en caso de derrota del ‘Brexit’. En consecuencia, la estrategia de Downing Street en las jornadas posteriores al referéndum será crucial para evitar que los acontecimientos se precipiten en forma de un desafío abierto a la dirección.
Una de las claves manejadas hasta ahora pasa por una remodelación de gobierno que permita reconciliar a las partes y enterrar un hacha de guerra capaz de escindir a una derecha británica en la que la aversión hacia Europa supera en muchos casos la afiliación política. La incógnita que el ‘premier’ debe resolver es cuándo conviene acometerla para intentar desactivar un potencial magnicidio, si inmediatamente después de la consulta, o aguardar al menos hasta el receso estival, o incluso hasta el otoño, cuando se celebra el congreso anual del partido.
El cambio de tono que el asesinato de la diputada laborista Jo Cox impuso en una campaña marcada por desacreditaciones que rayaban con los ataques personales ha dado cierto respiro a Cameron, pero el reto de cerrar las grietas de una formación que, en sí misma, constituye una gran coalición permanece. No en vano, la libertad autorizada por el primer ministro para ir en contra de la posición oficial ha horadado la cohesión todavía más, por lo que, además de un delicado impasse para la propia gobernación, la campaña del referéndum ha generado una oportunidad de oro para expresar las frustraciones con su gestión.
Como resultado, la primera consulta comunitaria desde 1975 ha erosionado el dique de contención de unas divisiones que superan el ámbito de Europa, puesto que los críticos han ganado espacio para expresar su descontento sin sufrir necesariamente medidas disciplinarias. Por si fuera poco, el golpe estratégico de anunciar antes de las generales del pasado año que el actual sería su último mandato ha abierto oficiosamente una carrera por la sucesión en la que el referéndum se ha convertido en el campo de batalla ideal para los aspirantes.
Los antagonistas representan a las partes y mientras el ex alcalde de Londres Boris Johnson ha aprovechado su presencia en el frente pro-Brexit para impulsar su popularidad al norte de Inglaterra, bastión del euroescepticismo, el ministro del Tesoro y hombre de confianza de Cameron, George Osborne, ha jugado a la baza de la continuidad. Uno de los dos quedará notablemente tocado tras la consulta, pero sólo uno, Osborne, ostenta actualmente un cargo gubernamental, por lo que su activa implicación lo ha dejado expuesto a que su suerte corra pareja a la del primer ministro. La presión para dimitir podría aumentar notablemente si, en caso de ‘Brexit’, cristaliza la idea de que quienes ha apostado por la continuidad carecerían de legitimidad para dirigir la entrada de Reino Unido en una nueva era.

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