domingo, 16 de noviembre de 2008

China combate la crisis con cemento

SHANGHAI.- Como una lengua de asfalto, la autovía de Zhengshao en el corazón de la provincia de Henan. Tres mujeres, protegidas del frío y el polvo, barren el arcén de una vía donde los vehículos escasean.

La imagen no hace pensar que sea necesario, pero el Gobierno quiere doblar la capacidad de la carretera, inaugurada hace sólo tres años, añadiendo cuatro carriles a los dos existentes en cada sentido, dice "El Mundo".

«En China, las cosas no se hacen como respuesta a la demanda. Nos anteponemos a lo que pueda suceder y creamos expectativas», afirma la directora de Turismo en Dengfeng, la ciudad donde muere la vía.

Esta localidad es la puerta de entrada al monasterio de Shaolin, cuna del Kungfu y foco turístico de la provincia. Al otro lado de los casi 90 kilómetros de vía yace Zhengzhou, la capital, con su flamante y recién estrenado aeropuerto.

Li Ming, que hasta el año pasado se ganaba el arroz cultivando la tierra, recorre la Zhengshao cuatro veces al día con una furgoneta cargada de turistas. «En casa hemos logrado duplicar los ingresos mensuales», señala el ex campesino. «Y estamos pensando en comprar otro coche, aunque sea de segunda mano, para que mi hermano también pueda dejar su trabajo en la fábrica».

Aunque el apelativo de factoría del mundo parece implicar que China crece, sobre todo, gracias a las exportaciones, lo cierto es que la mayoría del incremento del PIB -entre cuatro y seis puntos porcentuales de la media del 10% anual lograda en el último lustro-, está ligado a la inversión, sea del Estado o de carácter privado.

De ahí que sean proyectos como los anteriores, en provincias rurales y superpobladas como Henan, la respuesta que ha preparado Pekín ante la amenaza de una crisis económica. La expansión de la red de carreteras, vías de tren o aeropuertos se comerán el grueso de los cuatro billones de yuanes (469.000 millones de euros) que se han destinado a estimular el crecimiento durante los dos próximos años, un paquetazo equivalente al 14% del PIB chino de 2007.

Aunque la mayor parte del desembolso estaba ya previsto, en línea con el aumento anual de un 20% en el gasto de infraestructuras, también se contemplan medidas para impulsar el lánguido consumo de los chinos, la pata más floja de la estructura económica del país.

Asimismo, Pekín gastará en educación, sanidad, protección ambiental y desarrollo tecnológico, además de invertir para mejorar los servicios de agua, luz y teléfono para la población rural.En torno a 800 millones de chinos como Li, a los que el éxito económico, hasta el momento, sólo les ha beneficiado de forma tangencial.

Flexibilizar los créditos bancarios y recortar impuestos completan las 10 medidas anunciadas por Pekín y que apenas han sido detalladas.La maniobra completa el golpe de timón que los dirigentes chinos han tenido que dar a su política económica, puesto que hace tan sólo medio año batallaban para dominar el crecimiento y reducir un problema de inflación que hoy parece haberse evaporado.

Casi de la noche a la mañana, las ventas de pisos se han desplomado, arrastrando consigo sectores como el siderúrgico, al tiempo que la generación eléctrica, la fabricación de automóviles y, en general, el crecimiento de la producción industrial se resentían.Este último indicativo se situaba en octubre, según datos de esta semana, en los peores niveles de los últimos siete años.

El principal causante de la bajada de ritmo es el descenso de la demanda al otro lado del Pacífico. Que los estadounidenses -y otros, en menor medida- dejen de consumir, ha pulverizado el tejido empresarial de Cantón, en el sur del país, por ejemplo.Y con el cierre masivo de fábricas, incluída la mitad de la industria juguetera y un tercio de la de zapatos, miles de trabajadores se han quedado en la calle.

Hace poco más de un mes, el primer ministro afirmaba que el impacto de la crisis financiera mundial sería para China «limitado y controlable». Pero esta misma semana, en una reunión interna de su gabinete, Wen Jiabao corregía y señalaba que el efecto será «peor de lo esperado».

Entre una y otra afirmación está la cruda realidad de las cifras.En el tercer trimestre del año, el PIB creció un 9%. Aunque envidiable, para estándares occidentales, se trata del peor resultado en los últimos cinco años. Las proyecciones más alarmistas sitúan ya en números inferiores al 6% el cierre del año, lo que confirmaría que, a pesar de su sistema financiero relativamente cerrado y un sector bancario beneficiado por la tutela de Papá-Estado, China no va a poder esquivar la recesión como lo hizo durante la crisis asiática de finales de los 90.

«Debemos tomar conciencia de que este año puede ser el peor de los tiempos recientes en nuestro desarrollo económico», ha escrito el primer ministro en Qiushi, una publicación interna del Partido Comunista. El Gobierno teme que lo que parecía un aterrizaje suave se complique y acabe en desastre, con un aumento del PIB inferior al 8%.

Este es el umbral de crecimiento que se considera necesario para mantener el pleno empleo y contener las compuertas del descontento social, de ahí que, según varios analistas, la premura de dar una buena noticia haya llevado a los dirigentes a anunciar el paquete de medidas, aunque sea vendiendo dinero viejo, previamente comprometido.

«Si no mantenemos el ritmo de crecimiento, nos enfrentaremos a problemas de paro, ingresos fiscales, desarrollo social y otros factores que dañan la paz social», ha dicho Wen. «La forma más efectiva e inmediata de estimular el consumo es el gasto gubernamental en infraestructura», confirma Wensheng Peng, analista de Barclays Capital en Hong Kong.

«Pero en el largo plazo, el gasto privado individual es más importante, porque resulta más sostenible». A ciudadanos como Li, las autopistas les facilitan la vida, pero siguen sin solucionar sus principales desvelos: cómo pagar la matrícula del hijo, cómo mantenerse cuando ya no pueda conducir la furgoneta o quién pagará la factura del hospital.

El Gobierno chino ha anunciado que gastará más de 100.000 millones de euros en los próximos tres años para construir «viviendas asequibles». Aunque acaba de desinflarse la burbuja del segmento alto del mercado, el Ejecutivo necesita impulsar la oferta de vivienda barata, algo que debe ir acompañado de reformas legales para flexibilizar el mercado.

China necesita gastar, sobre todo, en infraestructura social para que sus habitantes puedan gastar sus yuanes con confianza en el futuro. El gasto actual en sanidad es, en China, inferior al 1% del PIB. Ante la ausencia de un sistema de seguridad social y lo ridículo de las pensiones, no es de extrañar que los chinos sean ahorradores.

Según el estudio que hace la banca Citi, la mitad del paquete de estímulos está destinada a la expansión de la red ferroviaria y 150.000 millones más irán a parar a la reconstrucción de la provincia de Sichuán tras el terremoto del pasado mes de mayo.El país necesita, además, completar la red eléctrica y la distribución de agua a las zonas del interior.

Parte del gasto se destinará a mejorar la calidad de vida en el interior de China. Los desembolsos están destinados a evitar conflictos sociales por la creciente disparidad de ingresos entre campo y ciudad, es decir, entre el Este y el Oeste del país, así como a mejorar el rendimiento de la agricultura.

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