El truco del
Brexit, comenta Pascal Lamy (exjefe del gabinete de Jacques Delors y
exdirector de la OMC): “no es otro que el de orquestar un
encarnizado combate con Bruselas que resuelva el problema de
Londres”. El Brexit no es sólo una negociación entre el RU y la UE si
no una disputa descomunal dentro del partido conservador
británico entre partidarios de un acuerdo y los defensores de una
ruptura total.
El
compromiso de Theresa May, elaborado en Chequers con su apuesta por
mantener al RU dentro de la Unión Aduanera (aranceles cero entre las
partes y tarifa exterior común junto a la renuncia a negociar
unilateralmente acuerdos comerciales con terceros países y aceptar la
legislación comunitaria), es no sólo la propuesta presentada a los 27
miembros de la UE sino un buen guiño a su propio partido y al Parlamento
Británico para obtener su aprobación.
Una doble apuesta del gobierno británico: acuerdo con Bruselas y la
convalidación por su Parlamento. Ahora bien, el acuerdo con la Unión no
quedará totalmente cerrado, faltarán detalles y matices que se irán
discutiendo a lo largo de las negociaciones, pero sí incluiría de
entrada la aceptación por el lado británico de su deuda pendiente con la
UE de 39.000 millones de libras, así como la resolución del contencioso
irlandés.
No habría frontera aduanera entre las dos Irlandas, lo que significa
que Irlanda del Norte formaría parte de la unión aduanera.
Correspondería a los británicos configurar el cómo resolver la entrada y
salida de mercancías entre Irlanda del Norte y el resto del RU.
Salzburgo es la primera etapa, contrarreloj, de la reciente
negociación en la que se incluye la nueva propuesta británica. El
resultado de la carrera se resolverá en noviembre en la cumbre europea.
Los 27 ocuparán una sala y los británicos otra distinta en el piso
superior. Y si hay acuerdo las dos partes se reunirían todos juntos para
la firma de lo acordado. Entre Salzburgo y la cumbre europea se correrá
una etapa en el RU: la Conferencia del Partido Conservador. ¿Seguirá
después la carrera?
Desde Salzburgo al de 30 de septiembre, reunión de los conservadores
británicos, los colaboradores de Theresa May tendrán que esforzarse para
conseguir el mayor número de apoyos al compromiso de Chequers (el
nombre de la villa donde se han redactado las propuestas presentadas a
la UE). La primera ministra se enfrenta a la difícil tarea de evitar el
acoso y derribo de su gobierno. Nuevas elecciones.
Ahora bien, si como afirma un miembro del gabinete de la primera
ministra británica, la propuesta de negociación con la UE fuese
rechazada y cayese el gobierno, alguien tendría que explicar a los
votantes del partido conservador por qué “exponer el país a los
marxistas”.
Palabras durísimas con trágicos antecedentes. En 1937 Hallifax visita
a Hitler en las montañas muniquesas. Al final de las conversaciones el
ministro británico de Exteriores escribió a su primer ministro Baldwin:
“el nacionalismo y el racismo son fuerzas poderosas pero yo no las
considero ni contra natura ni inmorales… no dudo que estas personas
odien sinceramente a los comunistas y le aseguro que si nosotros
estuviésemos en su lugar experimentaríamos los mismos sentimientos”.
(L´ordre du jour. Eric Vuillard).
Aquellas palabras fueron consentidas y aceptadas como una señal de
apaciguamiento. Ahora se pronuncian de cara a una eventual victoria del
laborista radical Jeremy Corbyn.
La cumbre en Salzburgo de esta semana es el preámbulo de una
negociación que debe resolverse en la cumbre de noviembre de la UE.
Entre esas dos fechas la Conferencia del Partido Conservador y el
interrogante de unas próximas elecciones. Si el líder laborista Corbyn
se suma a los conservadores que apuestan por el Brexit, los radicales
separatistas de Johnson conseguirían su propósito: Un Brexit duro.
¿Tiene Theresa May un plan B con la esperanza de que los descalabros
que se avecinan y la ferocidad de los adversarios dentro de su partido
reorienten a la ciudadanía e influyan en el Parlamento a su favor?
(*) Economista del Estado en España
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