ANTANANARIVO.- La población local cada
vez expresa más abiertamente su hostilidad hacia la presencia de los
chinos, que constituyen su principal socio comercial.
"Madagascar
pertenece a los malgaches, no a los chinos u otros extranjeros",
exclamó abiertamente Fenohasina, un estudiante de Soamahamanina.
"Cuarenta años de explotación, esto se llama vender el país", dijo por
su parte Marise-Edine, vendedora.
Esta animadversión va
en aumento en varios sectores de la población, hasta el punto de que los
agricultores que aceptaron las propuestas financieras chinas a cambio
de sus tierras, hoy portan un estigma y son señalados por el resto.
"Nuestros compatriotas nos culpan y nos acusan de vender el país", resumió con pesar Perline Razafiarisoa.
"Son
gente del exterior los que incitan a los de aquí para que no quieran a
los chinos", se lamentó también Chrysostome Rakotondrazafy, capataz de
Jiuxing Mines. "Hay una manipulación política de todo esto", señaló.
"Yo quisiera decirle a los
más altos dirigentes que reflexionen ya que las grandes potencias de
este mundo no hacen más que manipularnos y volvernos los unos contra los
otros para destruir nuestro país", advirtió Marie Rasoloson.
Desde
hace algunos años, China se convirtió en el primer socio comercial de
Madagascar, donde hoy hay más de 800 empresas chinas y cerca de 60.000
expatriados.
En Madagascar, donde el 90% de la población
vive bajo el nivel de la pobreza, esta llegada de capitales dio un
impulso inesperado al desarrollo de infraestructuras locales.
Pero,
al igual que ha sucedido en otros lugares de África, la llegada de
inversores chinos rompió los equilibrios económicos, ecológicos y
sociales existentes y generó múltiples fricciones.
En
2011, las fuerzas del orden ya tuvieron que intervenir en un barrio de
mayoría china de la capital, Antananarivo, para evitar que se produjeran
disturbios, después de que un comerciante chino golpeara a dos
empleados locales.
Entonces, la embajada china advirtió a
las autoridades sobre la "mala imagen que proyectaba el país para la
cooperación y las inversiones".
"El
problema de los chinos es que no conocen a los extranjeros", sindicó
Rao, antiguo empleado de una empresa china. "No conocen a los malgaches,
se quedan entre ellos, dentro de la comunidad china", se lamentó.
El gobierno, en tanto, preocupado por el creciente sentimiento antichino, decidió no cortar los puentes con su poderoso socio.
En
la reciente inauguración de una autopista hecha con capital chino, el
presidente, Hery Rajaonarimampianina, celebró públicamente "la mano
tendida" por Pekín a su país.
El embajador chino Yang Xiarong prometió por su parte reforzar una cooperación en la que ambas partes ganen.
"Las
empresas chinas están bien integradas con la comunidad local, el
personal que emplea es local al 90% y han creado más de 17.000 empleos",
destacó la embajada.
Pero muchos malgaches perjudicados por la competencia protestan.
Daniel
Rafanomezantsoa, un artesano de la cestería, se quejó de que los chinos
ofrecen mejores precios a los productores y que compran grandes
cantidades.
"Nosotros sólo recogemos las migajas", afirmó. "A este ritmo. Yo no veo ningún futuro en este oficio", dijo.
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