Hágase. Por
Ley número 4238 de la Cámara de Representantes de EEUU, acaban de quedar
derogados toda una serie de términos ‘despectivos’. La lista es la
siguiente: ‘Negro, indio americano, esquimal, oriental, aleutiano,
hispanohablante, de ascendencia española’ y algún otro. Los
políticamente correctos, de acuerdo con la nueva Ley: ‘Asiático
americano, hawaiano nativo, isleño del Pacífico, africano americano,
hispano, puertorriqueño, americano nativo, nativo de Alaska’.
A
falta de una academia de la lengua inglesa, ni en EEUU ni en Gran
Bretaña, y sin un diccionario oficial, la normalización del
lenguaje sobre el origen étnico de la población, para que nadie se
sienta menospreciado, se ha ido asentando en el habla popular desde
hace tiempo. Pero faltaba corregir determinados apartados del
cuerpo legal, y en ello están. El texto fue aprobado por 376 a favor y
cero en contra en la Cámara, y en el Senado ni siquiera se votó: hubo
consenso unánime.
Esta última oleada de poner en orden
políticamente correcto lo que en la calle ya se ha asumido
excepto en enfrentamientos viscerales, ha sido impulsada por
Grace Meng, miembro del Congreso por el partido demócrata. Nació en
Queens, Nueva York, y sus padres son chinos de China. Tras la
promulgación de ‘su’ Ley, se ha mostrado muy contenta: ‘Muchos
norteamericanos puede que no sean conscientes de que la palabra
‘oriental’ es despectiva; pero es un término insultante que había
que borrar de los libros, y estoy enormemente satisfecha de que mi
propuesta legislativa ahora ya es Ley en todo el país’.
Meng
estará muy contenta, pero loa once millones de sin papeles en EEUU
no las tienen todas consigo. Primero está el candidato matón Donald
Trump, que ha prometido deportarlos a todos y levantar una muralla
para que no entren más. Un plan que es uno de sus muchos talones de
Aquiles de su campaña: hasta republicanos conservadores como él
dicen que sería un terrible descalabro para la economía del país.
Pero
si la bravuconada amenazadora de Trump sería imposible de
llevar a cabo como tal, no hay que ir muy lejos para que los
indocumentados sientan el peligro en sus propias carnes. En pleno
año electoral, el Servicio de Inmigración ha diseñado un plan para
deportar a todos los ilegales que pueda. Las palabras ilegal,
indocumentado, sin papeles y alguna otra por el estilo son en la
práctica sinónimos de hispanos. Son inmensa mayoría los
mexicanos y centroamericanos que literalmente se cuelan a
diario por unas fronteras que aunque muy vigiladas todavía son
porosas.
El plan está funcionando a toda máquina. La media
diaria de captura de ‘irregulares’ es de 1.271 personas. En abril se
batió el récord en un mes, con 38.135. En lo que va de año fiscal, que
comenzó en octubre, han sido detenidos un total de 223.900
personas. Un dato preocupante por las implicaciones familiares
es la llegada de niños y jóvenes solos procedentes de El Salvador,
Guatemala, Honduras y por supuesto, México. La mitad de los ilegales
son mexicanos.
En total, la llegada de inmigrantes
ilegales desde 2010 se acerca a los dos millones. Y se está
acelerando, tal vez por miedo a que Trump llegue a la Casa Blanca y de
verdad se ponga a construir La Muralla Mexicana. Mientras, Hillary
Clinton no deja de azotar al promotor inmobiliario convertido en
candidato con su verborrea de vendedor de pisos. Como este lunes:
‘Cuando habla de derogar la nacionalidad por derecho de
nacimiento en el país, lo que está diciendo es que a niños nacidos
aquí hay que echarlos del único país que conocen; y cuando llama
violadores y asesinos a los inmigrantes, está hablando de
vuestras familias’.
La aspirante del partido demócrata
también usó el sarcasmo: ‘¿Qué clase de país sería este si dejamos
que Donald Trump desgaje a nuestras familias? La economía de Trump
es una receta para menos ingresos y más deudas; llevará a EEUU a la
quiebra, como ha llevado a la quiebra a sus empresas; preguntaos:
¿cómo es posible que nadie pueda perder dinero gestionando un
casino?’.
(*) Periodista español
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