Todo el mundo vuelve a mirar con insistencia a los bancos centrales,
por si alguno es capaz de ofrecer soluciones tranquilizadoras o
explicaciones plausibles a lo que está sucediendo en el mundo de la
economía. Y hoy es momento de hacerlo con especial fijación con la
Reserva Federal estadounidense, ya que la máxima responsable del banco
central estadounidense ha de explicarse ante el Congreso de su país para
arrojar alguna luz sobre lo que está pasando, sobre sus permanentes
dudas en relación con los tipos de interés, si los vuelve a subir o si
aplaza de nuevo cualquier tentación alcista (que parecería lo más
ortodoxo) o si, por el contrario, aplaza una vez más el momento de
elevar las tasas de interés, que casi todo el mundo creía que este año
deberían subir en tres o cuatro ocasiones para recuperar la normalidad
en los tipos de interés y en la conducción de la política monetaria.
Lo que está pasando realmente no está siendo capaz de explicarlo
nadie, aunque son muchos los argumentos que suman explicaciones
variopintas para tratar de centrar la cuestión. Uno de los problemas que
dificultan la lectura de lo que está sucediendo en la economía y en los
mercados es el hecho de que confluyen al mismo tiempo varios problemas
de índole global, a los que se suman algunos de ámbito regional e
incluso local. En el caso español, hay que valorar el impacto de la
incertidumbre política, pero nadie podría demostrar que los males que
aquejan a los mercados domésticos (la caída de la Bolsa, el aumento de
la prima de riesgo…) se deben exclusivamente a la larga espera de un
nuevo Gobierno y al déficit de gobernabilidad que afecta al país en
estos momentos, con la particularidad de que no está clara una salida
inmediata ni siquiera próxima a la actual situación.
Por encima de la posible influencia de la incertidumbre política en
nuestro caso hay factores externos, de índole global, que tienen mucho
más peso a la hora de influir en la volatilidad y en las caídas que
viven los mercados. La caída del precio del petróleo y sus innumerables
consecuencias negativas es uno de los motivos de mayor peso a la hora de
explicar el negativo rumbo de la economía.
La delicada situación de los bancos, que trabajan con tipos cero o
incluso negativos en un entorno que no tiene precedentes y que puede
derivar en crisis financiera de dimensión incluso similar a la del año
2008, es uno de los temas clave del momento. Gigantes del sector como
Deutsche Bank han tenido que enfrentarse a serios problemas de imagen de
solvencia en los últimos días, tras registrar fuertes caídas en Bolsa.
¿Qué tienen los bancos que no padecían hace unos meses tan sólo? La
respuesta está en la crisis de márgenes financieros que afecta a todo el
sector, ya que los exiguos tipos de interés impiden generar ingresos y
por lo tanto cierran la vía de la obtención de beneficios. Pero hay
otros problemas adicionales que han hecho su aparición en las últimas
semanas, uno de ellos, y no menor, es el derivado de la pérdida de valor
de muchos de sus créditos, lo que cuestiona las posibilidades de
recuperación y abre la vía a importantes volúmenes de créditos fallidos.
Toda la financiación concedida a la industria petrolera está en
cuarentena, al menos una parte sustancial de esta deuda, ya que las
empresas del petróleo se enfrentan en los próximos meses a serias
dificultades de rentabilidad y de devolución de su financiación recibida
de la banca. Y esta expectativa está abriendo serias dudas sobre la
sanidad del sector bancario en todo el mundo, bajo la doble presión de
bajísimos márgenes y una calidad decreciente de sus activos.
El cúmulo de problemas no se agota en los dos mencionados (precio del
petróleo y crisis bancaria en ciernes, ya de por sí bastante
significativos) sino que tiene elementos añadidos de importancia también
destacable, como la crisis de crecimiento en China, los precios de las
materias primas, los problemas de las economías emergentes (algunos
derivados de los bajos precios del petróleo, otros con raíces
diferentes) o la inestabilidad de los mercados de divisas. Por si fuera
poco, las recetas aplicadas por los bancos centrales hasta ahora han
contribuido a paliar los problemas sólo en parte, pero nada parece
indicar que los banqueros centrales hayan dado con la terapia necesaria.
De momento, habrá que seguir viendo como lo siguen intentando.
(*) Periodista y economista español
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