LA HABANA.- A raíz del deshielo con Estados
Unidos y las reformas de Raúl Castro, las empresas extranjeras se
empujan para no perderse el tren de la apertura, pero hacer negocios en
Cuba puede convertirse en un desafío.
El anuncio del acercamiento
con Washington a finales de 2014 cambió radicalmente la percepción sobre
Cuba en el exterior y delegaciones diplomáticas y empresariales
desfilan por la isla desde hace meses.
La Feria Internacional de
La Habana alcanzó la semana pasada la cifra récord de 570 empresas
extranjeras, confirmando un entusiasmo comercial innegable.
"Aún
cuando no se pueda medir el ritmo y la velocidad a la que se abrirá o
hacia qué modelo económico se abrirá, es un mercado que mañana será el
gran mercado de la región", predice Philippe García, director regional
de Business Francia, agencia estatal que acompaña a las empresas
francesas en el extranjero.
Las fortalezas de Cuba son múltiples:
una mano de obra cualificada, una posición geográfica estratégica en el
Caribe y sectores en crecimiento apoyados por las autoridades (energía,
turismo, agroalimentos y biotecnología).
Además, con el presidente
Raúl Castro la economía cubana inició su transformación dando un mayor
espacio a la iniciativa privada y garantizó los medios para captar
inversión extranjera para compensar las dificultades financieras
internas y externas.
Desde hace un año una nueva ley facilita esas
inversiones. Una "Cartera de Negocios" por más de 8.000 millones de
dólares fue presentada a los inversionistas, con 320 proyectos, algunos
de ellos destinados a la zona franca del megapuerto del Mariel, en el
oeste de La Habana.
Pero a pesar de esta buena voluntad, instalarse en la isla puede convertir en una carrera de obstáculos.
Primer
escollo: el embargo estadounidense vigente desde 1962, a pesar de las
flexibilizaciones aprobadas por la Casa Blanca tras el deshielo.
El
embargo prohíbe a los estadounidenses y cubanos residentes en Estados
Unidos invertir en Cuba, y amenaza con sanciones a filiales de empresas
norteamericanas o extranjeras que operan en ese país, si se arriesgan a
hacer negocios con la isla.
"Mientras la relación con Estados Unidos no esté totalmente regularizada, existirá el temor de muchas empresas", explica García.
Después de las multas impuestas a los bancos BNP Paribas (8.900 millones de dólares) en 2014 y más recientemente a Crédit Agricole (787,3 millones de dólares), algunos inversionistas prefieren guardar distancia con Cuba.
Más allá del embargo, son las singularidades del panorama económico cubano las que repelen con frecuencia a los candidatos.
"Es
una economía dirigida, planificada, muy burocratizada (...) el tiempo
de ejecución de los negocios o la toma de decisiones son particularmente
largos y es difícil descifrar porqué", subraya García.
Y el país
se protege. Por ejemplo, es imposible para un extranjero comprar un bien
inmobiliario en Cuba o contratar por otra vía que no sea la de una
agencia empleadora estatal, que se queda con más de la mitad del
salario.
Gabriela Santoyygo, coordinadora de Access Cuba, que
aconseja a los empresarios que desean invertir en la isla, opina que se
deben cumplir dos requisitos esenciales para instalarse.
"Hay que
tener mucha paciencia y adaptarse a lo que quiere Cuba", es decir,
aceptar la espera "a veces hasta de un año y medio para hacer un
negocio", y sobre todo presentar un proyecto "en línea con el Plan
Quinquenal de la Economía Nacional", condición sine qua non para
penetrar en el mercado, explica.
A pesar de los
obstáculos, García juzga esencial y estratégico estar presente lo antes
posible, como hicieron ya hace algunos años las empresas francesas Total, Alcatel-Lucent, Pernod-Ricard o Bouygues, con sociedades mixtas.
"Pienso
que para las empresas que lleguen el día en que todo esté perfectamente
estructurado y el modelo económico haya sido seleccionado (...),
entonces será demasiado tarde", asegura el experto.
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