domingo, 14 de septiembre de 2008

La crisis golpea dos veces a Estados Unidos

WASHINGTON.- Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, Estados Unidos tenía superávit fiscal. En realidad, no es hace tanto. Simplemente, en 2001. Lo que, tal y como están las cosas, es una eternidad.Lo cierto es que EEUU tenía una necesidad muy pequeña de financiación, así que emitía muy poca deuda. Y el mercado empezó a buscar otros bonos alternativos a los del Tesoro que pudieran servir como referencia. Entre ellos, fundamentalmente los de cuatro empresas: Fannie Mae, Freddie Mac, Ford y General Motors, explica "El Mundo".

Eran otros tiempos, evidentemente. Nadie podía imaginar que siete años después, Fannie Mae y Freddie Mac iban a experimentar lo que es -en todo menos en el nombre- una nacionalización para salvarlas de una quiebra que, de haberse producido, habría provocado una crisis del sistema financiero mundial. Ni que el Gobierno de Estados Unidos estuviera estudiando la concesión, con carácter de urgencia, de créditos blandos por valor de 50.000 millones de dólares a General Motors y a Ford para que ambas empresas escapen de la quiebra. Al tipo de cambio del viernes, el último día en el que los mercados estuvieron abiertos, esos 50.000 millones de dólares eran 35.800 millones de euros. Claro que hace 7 años hubieran sido 55.000 millones de euros. Otro cambio. Aunque no tan espectacular como el del saldo presupuestario estadounidense.En 2001, a pesar de la recesión, del 11-S y de la Guerra de Afganistán, EEUU tuvo un superávit fiscal del 0,7% del PIB. El año anterior, con una balanza positiva de las cuentas públicas aún mayor, equivalente al 1,3% del PIB, Bill Clinton había declarado que su país sería capaz de eliminar totalmente la deuda pública en esta década.

El que Clinton realizara esas declaraciones el 28 de diciembre fue sólo una coincidencia, en EEUU el Día de los Inocentes es el 1 de abril. Pero hoy su previsión parece una broma. El déficit público estadounidense en 2008 alcanzará el 2,9% del PIB, hasta los 407.000 millones de dólares, un 150% más que en 2007, según el último informe de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, según sus siglas en inglés), publicado hace 12 días. Eso, sin contar el coste del rescate de Freddie Mac y Fannie Mae, como poco 200.000 millones de dólares (143.000 millones de euros), según declaró hace una semana el secretario del Tesoro, Hank Paulson. Tal y como comentó con amargo cinismo, el senador republicano Everett Dirksen en los años sesenta, «1.000 millones aquí, 1.000 millones allá, y cuando te das cuenta estás hablando de dinero de verdad».

El Tesoro insiste en que el coste del rescate de Freddie y Fannie debe mantenerse al margen de los libros. Algo que la CBO rechaza de plano, al igual que el mercado. De hecho, los credit default swap que miden la posibilidad de que EEUU suspenda pagos han subido 10 puntos básicos disparado desde el rescate de Fannie y Freddie. En otras palabras: aunque el mercado concede una probabilidad minúscula a una suspensión de pagos por Estados Unidos, la deuda de ese país tiene más riesgo que la de Noruega, Alemania, Holanda, Suecia, Finlandia, Austria, Francia, Japón y la provincia canadiense de Quebec.

Así que la segunda oleada de la crisis desatada por el estallido de la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos ya ha llegado. Por de pronto, ha roto algunos esquemas. La nacionalización de Freddie Mac y Fannie Mae «es la mayor expropiación de propiedad privada llevada a cabo por un Gobierno fuera del mundo comunista», ha escrito el columnista del Times de Londres Anatole Kaletsky, y todo indica que esto es solamente el principio. Apenas seis días después del rescate de las dos agencias, Lehman Brothers, el cuarto mayor banco de inversión de Estados Unidos y la entidad más antigua de Wall Street, se colapsaba, y el Tesoro y la Reserva Federal tenían que ponerse a buscar rápidamente un posible comprador.

En marzo, cuando el colapso de Bear Stearns forzó a la Reserva Federal a garantizar activos de esa entidad por 29.000 millones de dólares (20.700 millones de euros) para que JP Morgan Chase la comprara. Ahora, sin embargo, las autoridades económicas no quieren poner dinero público. Según la Reserva Federal de Nueva York, Lehman, a pesar de ser mayor que Bear, no presenta un riesgo para el sistema financiero similar, algo que parece avalar la relativa sangre fría con la que el mercado se ha tomado el colpaso.Además, ahora Washington permite a los bancos de inversión participar en las subastas de tipos de la Reserva Federal, con lo que tienen, al menos en teoría, una fuente de financiación que les debería permitir un colapso súbito como el que experimentó Bear Stearns.

Pero, incluso con ese favorable entorno, la segunda oleada de la crisis financiera parece que va a cobrarse más víctimas. Ya lo dijo en agosto el ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kenneth Rogoff: «Estados Unidos no ha salido de la zona de peligro. Estamos a mitad de la crisis. No sólo vamos a ver bancos medianos caer. Va a haber algo gordo. Vamos a ver caer uno de los grandes bancos comerciales».

Si el pronóstico de Rogoff se cumple, las crisis de Bear y de Lehman son sólo el aperitivo. Un aperitivo enorme, en todo caso.Porque EEUU ya ha sufrido bastante con la crisis. A principios de año, había cinco grandes bancos de inversión en Wall Street.Ahora, sólo quedan tres: Goldman Sachs, Merrill Lynch y Morgan Stanley.

Merrill ha perdido el 34% de su valor esta semana, y acumula una caída del 75,89% en un año. Peor es la situación de American Internationla Group (AIG), la mayor aseguradora de EEUU, cuyos títulos han perdido un 79,9% desde que empezó la crisis. En la última semana, las acciones de las dos entidades han caído un 34% y un 41%, respectivamente. Aunque no todo son malas noticias.Los títulos de Ford subían el 12,75% el viernes a media sesión, en medio de un creciente optimismo acerca de la concesión por el Estado a esa empresa de garantías de crédito por unos 17.500 millones de dólares. Parece que la única forma de que los iconos industriales y financieros estadounidenses escapen de la segunda oleada de la crisis es el dinero público. Mientras el Tío Sam no se canse de pagar, Estados Unidos podrá costear el segundo embate de la crisis desencadenada por las hipotecas-basura.

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