martes, 2 de septiembre de 2008

Es posible luchar contra el paro / Primo González

El paro registrado ha sobrepasado la barrera de los 2,5 millones de personas, un hito más en la escalada reciente del desempleo que posiblemente lleve el número de parados hasta niveles históricos, lo que no resultará difícil dado que la base laboral del país es bastante superior. Superar, sin embargo, la tasa de paro del 25% que llegó a mostrar la economía española allá por el año 1994 no parece factible. Estamos en el 10,5% de paro sobre población activa y las más negras previsiones hablan del 14% a finales de año.

La trayectoria del paro está resultando bastante coherente con la evolución de la producción, del PIB. El crecimiento de la economía se encuentra posiblemente cerca de cero y por debajo del 3% en España suele aumentar el paro, en proporción a la intensidad de aumento del PIB. Con un crecimiento nulo de la economía, el paro aumenta como la población activa. Por ello es de suponer que si la economía española no logra acercarse pronto a ritmos de crecimiento del 3%, el paro seguirá su tendencia alcista durante los próximos meses, con una intensidad proporcional al crecimiento del PIB.

En estas condiciones, alcanzar los 3 millones de parados no parece una hipótesis alarmista. En los doce últimos meses, el paro en la construcción y en el sector servicios (los dos sectores que concentran el grueso del problema) ha aumentado en conjunto en unas 420.000 personas. Sumar otro medio millón de personas a las estadísticas del desempleo no parece descabellado de aquí a la próxima primavera, a no ser que se produzca un enderezamiento espectacular de la actividad económica.

Está llamando bastante la atención la rapidez con la que se suceden en España los acontecimientos económicos. España parece haber perdido el sentido del gradualismo que en el pasado era una de las señas de identidad, debida posiblemente a la escasa flexibilidad de la economía. Era, quizás, una mala señal, fruto de algo negativo más que positivo. Pero la economía española es hoy mucho más flexible que en el pasado (aunque todavía no lo suficiente) y desde luego está integrada en una economía global, en la que las influencias se transmiten con rapidez.

En los años 90, con ocasión de la crisis económica anterior, cuando se batieron los récords de paro, la española era todavía una economía bastante intervenida y poco comunicada con el exterior. En ambas cosas hemos avanzado de forma espectacular, lo que significa que las influencias del exterior nos llegan con rapidez, para lo malo y para lo bueno.

Que el paro crezca con rapidez puede ser un reflejo y un síntoma importante de que reaccionamos ahora con mucha mayor rapidez y posiblemente con mayor eficacia a la influencia exterior y a las corrientes económicas internacionales. Si ello es así en lo malo, es de suponer que en lo bueno (recuperación económica mundial, sobre todo europea) tendremos también una más rápida participación, llegado el momento.

Todavía en los años 70 era fácil ver a España en la cumbre mientras Europa vivía recesiones y a la inversa. En los años 90, esas situaciones ya eran inviables de modo que la distancia ya ha sido mucho menor y hemos estado más inmediatamente sometidos a lo que pasa afuera. En estos momentos, la inmediatez y las tendencias son muy similares.

Precisamente por ello, todas las medidas que ha anunciado el Gobierno y es de suponer (y temer) que las que tiene previsto anunciar están teniendo un efecto bastante limitado. Son de carácter bastante defensivo y definen bastante bien el temple que inspira en lo económico y hasta en lo vital al Gobierno del país, preocupado por extender el manto protector sobre los damnificados de la crisis echando mano del gasto público y apostando por vías tan poco realistas como las de hacer revivir el sector de la vivienda de espaldas al mercado, resucitando un sector al que su propia dinámica había llevado a situaciones insostenibles y que ahora está a la búsqueda del tamaño idóneo, inevitablemente más modesto que el de los últimos años.

La economía española posiblemente está necesitada de otro tipo de terapia, quizás más agresiva. Si nuestro problema, uno de los principales, es que no somos capaces de participar lo suficiente en el mundo globalizado, habrá que apuntar en esa dirección, la del sector exterior, ajustando los costes y multiplicando las iniciativas empresariales para poder incrementar de forma más agresiva las exportaciones. España no es todo lo competitiva que demanda una economía con una población ocupada de 20,4 millones de personas y una población activa de casi 23 millones, según los datos del segundo trimestre del año. Está bien pensar en la España solidaria, pero si al mismo tiempo pensamos en la España competitiva, mejor que mejor.

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