jueves, 15 de mayo de 2008

Bien las empresas, mal la economía, ¿es posible? / Primo González

Las cuentas trimestrales que han presentado las empresas españolas en los últimos días, correspondientes al primer trimestre del año, siguen ofreciendo un panorama bastante más que aceptable y que presenta un doble contraste bastante llamativo: tienen poco que ver con los resultados de las empresas que están ofreciendo otras grandes compañías europeas o estadounidenses, sobre todo cuando contemplamos el sector bancario, y tienen también poca simetría con la decreciente situación de la economía.

Es difícil comprender que una economía vaya mal si sus empresas van bien, incluso van de forma excelente. Los beneficios finales de las empresas del Ibex 35 han mejorado en la mayor parte de los casos, y también globalmente, en cifras de dos dígitos. Son crecimientos del beneficio claramente más moderados que los de hace uno o dos años, pero suficientes para sustentar la duda sobre el estado real de la economía y sobre la profundidad real de la crisis económica en la que nos encontramos.

Los beneficios empresariales han ofrecido, además, unos resultados atípicos o extraordinarios (fruto de ventas de patrimonio empresarial) relativamente pequeños, incluso inferiores a los del periodo de comparación, por lo que no cabe la réplica de que los resultados empresariales reflejan beneficios agrandados de forma artificial para ofrecer un aspecto tan positivo como engañoso.

Hay un cierto desfase entre las cuentas macroeconómicas y los resultados de las empresas, pero no resulta habitual que el resultado de este desfase se traduzca en un prematuro reflejo de los problemas en la vertiente macroeconómica mientras las empresas siguen ganando dinero a toda vela. Algo desde luego no encaja en todo este desbarajuste con el que los asuntos económicos nos sorprenden casi a diario.

La contribución de los beneficios empresariales a la economía en general está siendo, por lo tanto, positiva, tanto en el plano del empleo como de los impuestos directos, dos de las variables que se trasladan desde el sector empresarial al resto de la economía.

Que esta situación se prolongue en los trimestres próximos dependerá de muchas variables, pero la economía en general y alguna de sus variables básicas (competitividad exterior, estado de ánimo de los consumidores, gravedad del fenómeno inflacionario...) pueden ciertamente entorpecer el buen desarrollo del quehacer empresarial hasta el punto de estropear su brillantes números.

Una de las razones que explican la buena trayectoria de las empresas pertenecientes al Ibex 35 este año es la muy favorable cosecha que las empresas españolas de tamaño grande están logrando en Latinoamérica, la región en estos momentos más próspera del mundo, en la que las compañías españolas tienen posiciones muy destacadas, en especial en Brasil, la economía grande más en alza de la zona.

El hecho de que las empresas españolas y el devenir de la economía doméstica muestren rumbos ligeramente distintos puede ser en el futuro bastante habitual, ya que no son pocas las empresas grandes del Ibex 35 que obtienen entre el 30 y el 50% de sus ingresos y de sus beneficios por actividades que desarrollan fuera del mercado español. La internacionalización de la empresa española, giro relativamente reciente, tiene estas consecuencias que en ocasiones serán buenas, en ocasiones quizás puedan llegar a serlo menos.

En todo caso, el espejo que ofrece la Bolsa del sector empresarial español es en la actualidad bastante mejor del que se podría deducir de las empresas de una economía en crisis. Quizás por ello quepa la secreta esperanza de que los resultados empresariales suministren a la economía real argumentos de mayor optimismo que permita a esta salir del bache con mayor celeridad y eficacia.

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