OSAKA.- La figura de Donald
Trump, que multiplica las reuniones bilaterales así como los intereses
individuales frente a la cooperación internacional, están desvirtuando
el G20, un foro fundado en 2008 para aportar una respuesta conjunta a la
crisis mundial.
La reunión anual de las 20 mayores economías del
mundo, avanzadas y emergentes, celebrada el viernes y el sábado quedó
copada por la esperadísima reunión entre el presidente estadounidense
Donald Trump y su homólogo chino Xi Jinping, enfrascados en una guerra
comercial.
"Se trata de la segunda cumbre del G20 en la que el
principal acontecimiento es una cita que no tiene nada que ver con el
G20", dijo Thomas Bernes, del Centre for International Governance
Innovation, un grupo de reflexión canadiense, en referencia a la cumbre
de Buenos Aires del año pasado donde Trump también fue la estrella.
En
Osaka, los dos días de cumbre estuvieron marcados por una serie de
entrevistas cara a cara que dejaron en la sombra las sesiones de trabajo
común, mientras que los países de la Unión Europea seguían sus propias
negociaciones para renovar los puestos de poder en Bruselas.
Trump solo pareció
atender a sus intereses y este sábado, antes de su reunión con Xi
Jinping, lanzó en Twitter por sorpresa una invitación al líder
norcoreano Kim Jong Un para reunirse con él en la frontera entre las dos
Coreas. Más tarde se entrevistó con el príncipe heredero saudita,
Mohamed Bin Salmán, un "amigo".
El viernes, el primer día de la cumbre, la atención estuvo
focalizada en las polémicas bromas que Trump intercambió con Vladimir
Putin sobre cuestiones sensibles.
En general, el G20, un grupo de
países que representan más del 85% del PIB mundial y dos tercios de la
población del planeta, tiene dificultades en los últimos años para
conseguir un consenso en torno a la defensa de objetivos comunes.
El
tradicional comunicado final, hasta ahora un puro trámite, se ha
convertido en un rompecabezas desde la llegada de Trump al poder en
2017.
En la primera reunión de este foro, en 2008, los dirigentes
de 20 países (Sudáfrica, Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia,
Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India,
Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Turquía y la Unión
Europea) defendieron el "multilateralismo", una vaga promesa pero que
tenía consenso en ese momento y ahora parece ahora imposible de
mantener.
"Los conflictos bilaterales, en particular entre Estados
Unidos y China, amenazan con erosionar de manera sensible el sistema de
comercio mundial fundado en reglas y construido durante varias
décadas", afirma Adam Slater, un analista de Oxford Economics.
Otra de las grandes crisis del planeta, el cambio climático, no consigue hallar consenso dentro del G20.
"El
Acuerdo de París [contra el cambio climático] marcó un hito pero el
paisaje de la política mundial cambió de manera espectacular, en
particular desde el principio de la presidencia Trump", comentó Takehiko
Yamamoto, profesor honorífico en la Universidad Waseda de Tokio.
Los
miembros del G20 concluyeron el sábado en Osaka un acuerdo sobre el
clima, exceptuando Estados Unidos, como en las dos últimas cumbres.
"Las
consecuencias lamentables sobre el cambio climático subrayan los
límites del G20, están en el mismo barco pero con intereses diferentes",
afirma Yamamoto.
"Los japoneses, a causa de sus propias
preocupaciones con Estados Unidos y Corea del Norte, no quisieron
contrariar a los estadounidenses. Se vio en el comercio y el clima",
apunta Bernes, explicando que la situación fue similar en Argentina y
podría repetirse en la cumbre del año que viene, en Arabia Saudita.
"Estoy
seguro de que adoptarán la misma posición, que consiste en no poner a
Turmp en una situación difícil. Lo que significa que el resto del G20 se
quedará en la estacada", afirma, pidiendo "explorar nuevos modelos de
cooperación, plurilaterales o regionales".
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