PARÍS.- Nadie esperaba que Emmanuel Macron se convertiría en
el octavo presidente de la República francesa el 7 de mayo del 2017 en
unas elecciones que sacudieron el tablero político francés con la
promesa del joven exministro de Economía de acabar con las prácticas
del viejo mundo.
Dos años después de su llegada al Elíseo, la crisis de los 'chalecos amarillos' ha
frenado la agenda reformista con la que Macron pretendía modernizar el
país. El presidente tropieza con el mismo destino de sus predecesores,
que también vivieron un segundo aniversario lastrados por una
impopularidad que hipotecó el resto de su mandato.
Según el barómetro
YouGov elaborado para CNews, sólo el 26% de los franceses tiene una
opinión favorable del presidente, aunque repunta ligeramente desde la
caída espectacular del verano del 2018.
Fue entonces, días después del triunfo de los Bleus en el
Mundial de Fútbol, cuando estalló el ‘caso Benalla’ –su antiguo jefe de
seguridad filmado mientras golpeaba a unos manifestantes el Primero de
Mayo- dando al traste con el camino de rosas que había recorrido en sus
primeros meses en el poder. El escándalo no solo alteró su agenda, sino
que tuvo un efecto devastador sobre su imagen.
Además, tuvo que hacer frente a las dimisiones de ministros emblemáticos que
abandonaron el barco ‘macronista’ como el titular de Ecología, Nicolas
Hulot, decepcionado por la ausencia de avances o el de Interior, Gérard
Collomb, uno de los primeros ‘pesos pesados’ que apoyó su aventura
presidencial.
Hasta que el 'caso Benalla' rompió su buena estrella, Macron
había logrado sin problemas aprobar una reforma laboral por decreto,
reforzar el arsenal antiterrorista, transformar la mítica empresa
nacional del ferrocarril (SNCF) o endurecer la política migratoria.
También unos tímidos resultados económicos, con un
nivel de paro a la baja (8,8% en enero de 2019 frente al 9,5% en abril
de 2017), un crecimiento estable (1,6% en 2019 frente al 1,1% en 2016) y
un déficit público en el 2,5%.
El pasado 25 de abril, durante la rueda de prensa en la que
presentó las medidas destinadas a calmar la cólera de los chalecos
amarillos, confió en relanzar su mandato sobre bases nuevas, cambiando de método pero no de rumbo.
“¿Hay que pararlo todo? Me he preguntado si nos hemos
equivocado. Todo lo contrario. Las medidas no han sido lo
suficientemente rápidas, humanas, radicales pero creo profundamente que
han sido justas”, justificó entonces. En esa misma comparecencia admitió
que el contacto con los franceses durante los meses que duró el maratón
del gran debate nacional le transformó.
Y prometió un enfoque más
humano y una forma de ejercer el poder menos vertical. Para el
presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, Macron rompe con
una forma de cesarismo mal percibido por los franceses.
A pesar de las turbulencias, Macron todavía puede contar con una
mayoría parlamentaria sólida y una oposición que bracea para
recomponerse. Su apuesta es ahora movilizar al Ejecutivo, que hasta
ahora ha estado embarcado en sofocar el conflicto de los chalecos
amarillos y no ha dado un paso en las reformas pendientes: prestación
por desempleo, pensiones, función pública o las reformas
institucionales.
Si en el plano doméstico, el país sigue fracturado, en la escena internacional Macron aparece cada vez más aislado.
La refundación del proyecto europeo que lanzó en su famoso discurso de
La Sorbona en 2017 ha tropezado con las dificultades de Angela Merkel
para unirse a las ambiciones europeístas de París dejando en barbecho
los planes de lograr un presupuesto de la zona euro.
Las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 26 de mayo serán, además de una suerte de nuevo duelo con la ultraderechista Marine Le Pen,
un auténtico referéndum sobre el presidente, cuyo partido busca sin
demasiado éxito aliados en la nueva cámara de Estrasburgo.
El seísmo
político que Macron auguraba a escala europea no parece probable.
Cuando el pasado 25 de abril se le preguntó si sería candidato
en el 2020.
“Creo que sería indecente hablar de eso. La cuestión es
saber cómo se tiene éxito hoy. Quiero apasionada, furiosamente, tener
éxito este mandato”, respondió.
“Una promesa fundamental del proyecto ‘macroniano’ era dar a las reformas liberales de inspiración europea una amplia base social y política.
Esta apuesta se ha perdido. A pesar de los refuerzos venidos de la
derecha y de la izquierda, ha retomado la impopularidad de sus
predecesores”, analiza en 'Le Figaro' el politólogo Jérôme Sainte-Marie.
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