La economía de Estados Unidos no está en vísperas de una recesión ni
mucho menos en trance de debilitamiento, de acuerdo con las últimas
cifras conocidas estos días.
Las estadísticas de creación de empleo en
marzo, con casi 200.000 nuevos puestos de trabajo, bastante por encima
de las previsiones, parecen en principio haber dado la razón a los
optimistas, es decir, a quienes consideraban que el país no necesita
seguir echando mano de los tipos de interés ni al alza ni a la baja.
Trump había criticado seriamente a la Reserva Federal por las subidas de
tipos porque a su juicio ello podría frenar el crecimiento.
Pero nada de eso ha sucedido a pesar de los sucesivos aumentos de
los tipos. El PIB americano subió un 2,9% el año pasado frente al 2,2%
del año anterior. Ahora, la tasa de paro se ha consolidado en mínimos,
en la zona del 3,8% de la población activa.
Subir los tipos de interés
de forma gradual, como venía haciendo la Reserva Federal, podría poner
en riesgo este crecimiento, razón por la que el banco central americano
ha frenado la política de subidas y parece dispuesto a no afrontar
ningún movimiento más este año ni quizás en los primeros meses del año
próximo.
La tasa de inflación no parece inspirar temores, de forma que
la mayor economía del mundo parece haber apostado por la estabilidad.
Incluso algunos analistas han anticipado estos días la posibilidad de
que en unos meses, si el entorno económico internacional no se mueve en
sentido positivo (básicamente, Europa), la Fed podría afrontar un
recorte de tipos de interés, ya que las últimas subidas, hasta niveles
del 2,50%, parecen haber sido algo más agresivas de lo deseable para un
buen desempeño del conjunto de la economía.
El impacto positivo de las
rebajas fiscales, tanto en el Impuesto de Sociedades como en la Renta,
está dando fortaleza al crecimiento económico del país.
En todo caso, el debate sobre los tipos de interés no se va a
interrumpir después de que los mercados hayan colocado en situación
invertida la curva de tipos, es decir, tipos más bajos a largo y más
altos a corto plazo, señal que anuncia una recesión o un desplome de la
actividad.
Este cambio, que ha sido bastante visible en las últimas
semanas, parece indicar que no hay plenas garantías de que el
crecimiento vaya a acompañar a la economía americana en los próximos
meses, al menos al ritmo visto en el año 2018.
El ciclo económico
alcista empieza a resultar ya algo alargado, aunque el consumo privado
evoluciona con una notable fortaleza y la inversión, incluida la
inmobiliaria, no muestra señales de desfallecimiento.
La continuidad del crecimiento americano dependerá de varios
factores, algunos de los cuales están en sus manos, como la búsqueda de
una situación de concordia en las relaciones comerciales con China.
Otros asuntos resultan tan fáciles de controlar.
La moderación en el
crecimiento económico europeo no es asunto que resulte beneficioso para
la economía americana, ya que sus exportaciones a la zona euro son pieza
importante en la actividad de sus principales compañías
multinacionales.
Hay, por lo tanto, motivaciones positivas y otras menos
favorables para la economía americana, aunque el hecho de que haya
frenado su etapa alcista en los tipos de interés parece ir en la buena
dirección.
(*) Periodista y economista español
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