HONG-KONG.- Las autoridades chinas aseguran que el mayor puente
sobre el mar del mundo, una obra de ingeniería colosal para la que se
han tenido que construir cuatro islas artificiales, no afectará al medio
ambiente ni al ecosistema del delta del río de la Perla y confían en
que será rentable en 30 años.
El macropuente que une
las ciudades de Zhuhai, Macao y Hong Kong (sureste de China) es uno de
los proyectos de infraestructura más ambiciosos de los últimos tiempos,
algo que no ha evitado críticas sobre su alto coste e impacto ambiental,
comentarios rechazados por sus responsables.
Inaugurado a finales de octubre, el puente reduce a
unos 40 minutos el trayecto entre las regiones autónomas de Hong Kong y
Macao, dos importantes centros económicos de China.
Aunque la longitud total es de unos 55 kilómetros, las secciones de
puente suman algo menos de 23, y otros 6,7 componen un túnel subterráneo
instalado en las aguas del delta del río de las Perlas que permitirán
que buques y barcos sigan circulando.
La
construcción del puente, que comenzó en diciembre de 2009 en Zhuhai
-ciudad fronteriza con Macao-, ha estado empañada de retrasos,
sobrecostes y tensiones políticas, además de cobrarse la vida de una
veintena de trabajadores y más de 600 heridos.
Efe
participó en un encuentro de varios medios internacionales con la
empresa que gestiona el puente, la Autoridad del Puente Hong
Kong-Zhuhai-Macao, en el que sus responsables se mostraron prudentes
pero convencidos del éxito del proyecto.
Buena parte
de las críticas que ha recibido es su coste final, estimado en unos
117.000 millones de yuanes (16.940 millones de dólares, 15.010 millones
de euros), lo que supone en torno a un cuarto más de lo presupuestado.
"Es la primera vez que se lleva a cabo un proyecto de este tamaño. Han
pasado quince años desde que se hicieron los primeros estudios, en
2003. Muchos elementos y condiciones han cambiado, como el precio de los
materiales o de los recursos humanos", explicó el director del
departamento de Gestión del Proyecto de la Autoridad, Li Jiang.
Preguntado acerca de la viabilidad económica a largo plazo, el
subdirector de la Autoridad del Puente, Yu Lie, consideró que es
"demasiado pronto" para medir el éxito del proyecto, pero aseguró tener
"toda la confianza" de que en treinta años se habrá recuperado la
inversión.
"Para diversificar las fuentes de
ingresos, podemos desarrollar proyectos turísticos en las islas
artificiales y ofrecer servicios de consultoría a otros proyectos
similares", agregó Yu.
Pese a que el número dos de
la compañía no reveló el número medio de vehículos que circula sobre el
puente, quiso responder a quienes consideran que el tráfico no alcanzará
los cálculos previstos de que 29.100 vehículos circulen diariamente
para 2030: "Nuestro día más exitoso hasta ahora ha registrado 100.000
pasajeros, la mayoría en autobuses".
Otra de las
principales críticas que se ha granjeado el proyecto es su impacto sobre
el ecosistema del estuario, hábitat del delfín rosado de Hong Kong
-también conocido como delfín blanco chino-, una especie calificada de
"casi amenazada" por la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza.
A principios de 2017, un estudio sobre
las poblaciones de mamíferos marinos realizado por el Departamento de
Agricultura, Pesca y Conservación de Hong Kong reveló que esta especie
prácticamente había desaparecido de las islas del suroeste.
Sin embargo, la gestora del puente afirma que, desde que los primeros
estudios comenzaron, las autoridades han "procedido estrictamente según
los protocolos de conservación" y que se han llevado a cabo estudios
periódicos sobre estos cetáceos.
Yu afirmó que se
"tomaron muchas medidas para protegerlos" como la limitación de los
tiempos de trabajo o la restricción de los vertidos de basura en las
aguas del río.
"Los resultados muestran que no hay
cambios en el hábitat y tampoco muchos en los números" de delfines y "no
hemos causado ninguna muerte directa ni lesiones", recalcó el
subdirector.
Por ahora, los chinos no parecen
demasiado afectados por las polémicas, y siguiendo los alardes de
patriotismo que rodean al cuadragésimo aniversario del inicio de las
políticas aperturistas de Pekín, consideran al puente un orgullo para el
país y un símbolo del avance de China en estos años.
Li Shekao, habitante de Jiangmen -a un centenar kilómetros de Zhuhai-,
celebra que ya no le lleve "medio día" llegar a Hong Kong para hacer
compras: "Ahora tardo una hora y media. Es una maravilla".
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