PARÍS.- Este domingo se conmemoraba el centenario del final de la I Guerra
Mundial en un acto al que han asistido líderes de 70 países, incluida
España, y en el que el presidente francés, Emmanuel Macron, no ha
querido dejar pasar la oportunidad de condenar la gran pesadilla de
nuestro tiempo: el ascenso de los nacionalismos, que ha definido como
“la antítesis y una traición del patriotismo".
Macron ha pretendido
extraer una lección del pasado reciente de la historia de Europa que no
parece haber calado en algunos de los líderes presentes en los actos de
París. Allí han estado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, su
homólogo ruso, Vladimir Putin, el primer ministro de Israel, Benjamin
Netanyahu y el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan. Ha faltado la
representante de una parte esencial del Armisticio, la primera ministra
británica, Theresa May, y al final la conmemoración ha servido, más que
nada, para potenciar la imagen del presidente francés, que tiene su
popularidad por los suelos.
“El 11 de noviembre de 1918, a las 11 de la mañana, hace 100 años, en
París como en toda Francia, sonaron las cornetas y sonaron las
campanas”, comenzó Macron en recuerdo del momento exacto de la entrada
en vigor del Armisticio, “el final de cuatro largos y terribles años en
los que, solo en suelo francés, fueron disparados mil millones de
proyectiles. Inmediatamente después, aprovechó hoy la presencia de casi
70 dirigentes de los cinco continentes en la conmemoración del armisticio de la Primera Guerra Mundial para hacer un alegato del multilateralismo como forma de evitar nuevos conflictos.
En una ceremonia sin precedentes por la presencia de dirigentes extranjeros -entre los que estaban los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin,
Macron cargó contra el nacionalismo, como lo hace con frecuencia.
Pero
esta vez lo hizo contraponiéndolo al patriotismo que -según su versión-
alimentó a los combatientes franceses en la Primera Guerra Mundial, una “visión de Francia como nación generosa, portadora de valores universales”. “El patriotismo es justo lo contrario del nacionalismo. El nacionalismo lo traiciona”, sentenció.
Macron afirmó que “la lección de la Gran Guerra no puede ser el
rencor de un pueblo contra otro, ni tampoco el olvido del pasado”, sino
más bien los esfuerzos, entonces fracasados, de construir la paz con “las primeras cooperaciones internacionales“.
Por eso, insistió en defender la Unión Europea, surgida de la reconciliación y de la cooperación entre Francia y Alemania, “una unión libremente consentida nunca vista en la historia, que nos libra de guerras civiles”.
También la ONU, “garante de un espíritu de cooperación
para defender los bienes comunes de un mundo cuyo destino está
indisolublemente unido”. “Juntos podemos conjurar esas amenazas que son
el espectro del cambio climático, la pobreza, el hambre, la enfermedad,
las desigualdades y la ignorancia. Hemos empezado esta lucha y la
podemos ganar. Continuemos porque la victoria es posible“, dijo.
La ceremonia comenzó con la subida por la avenida de los Campos Elíseos
-los últimos metros a pie- de los jefes de Estado y de Gobierno, que
salieron momentos antes del Palacio el Elíseo donde los recibió el
presidente francés, Emmanuel Macron. Hubo dos excepciones notorias: Trump, que no pasó por el Elíseo pese a llevar más de un día en la capital francesa, y el ruso, Vladimir Putin, que aterrizó con retraso esta misma mañana en París.
Cuando Trump circulaba en su limusina blindada por los Campos Elíseos, protegida por otros vehículos, tres militantes de Femen protagonizaron un breve incidente
al saltarse las barreras e intentar acercarse, con el torso desnudo, al
cortejo del presidente estadounidense. Varios policías del dispositivo
de seguridad puesto en pie -cerca de 10.000 agentes en toda la ciudad- las redujeron y las extrajeron del cordón de seguridad.
Una vez que los jefes de Estado y de Gobierno estuvieron colocados en
la tribuna de personalidades -con ellos había una quincena de
dirigentes de organizaciones internacionales”- Macron homenajeó a las unidades militares francesas que han sufrido muertos en el último año.
Un coro militar entonó entonces el himno nacional francés, “La Marsellesa” y luego una pieza de Bach, “Sarabande”,
que dio pie a la lectura por varios estudiantes de textos de testimonio
escritos por soldados de los ocho principales países contendientes.
A
esos testimonios le siguió la interpretación de una pieza musical en recuerdo de los cientos de miles de soldados
que lucharon con Francia procedentes de las colonias que tenía
entonces, esencialmente de Africa, y luego el discurso de Macron que
finalizó con “El Bolero” de Maurice Ravel, combatiente en la Gran
Guerra.
Fue entonces cuando se llevó a cabo la secuencia más solemne, en el monumento al soldado desconocido en el centro del Arco de Triunfo.
Tras encender la llama, el jefe del Estado francés colocó una corona de
flores y todos guardaron un minuto de silencio. Una vez finalizados los
actos allí, los dignatarios -de nuevo precedidos por el presidente
francés- se desplazaron al Palacio del Elíseo donde Macron les ofreció un almuerzo.
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