LA HABANA.- Nada ha podido acabar con Fidel Castro, líder de la Revolución cubana quien, con 90 años recién cumplidos hoy, ha burlado más de 600 complots homicidas orquestados por una CIA obsesionada con borrarle del mapa.
Fidel Castro, azote por décadas del "imperialismo yanqui",
se convirtió desde los preámbulos de la Revolución que triunfó en 1959,
en un hueso para EE.UU y la principal amenaza a sus intereses en
América Latina, donde el líder cubano apoyó movimientos de izquierda y
guerrillas de inspiración comunista en las trincheras de la Guerra Fría.
Incluso de antes de 1959, durante el levantamiento en Sierra Maestra, datan los primeros intentos de la CIA por acabar con un "barbudo" Castro.
Un listado que incluye al menos 638 atentados entre 1958 y 2000 de los
que los servicios secretos cubanos tuvieron constancia, 167 de los
cuales estaban en avanzada fase de ejecución en el momento de ser
desmantelados.
Entre ellos figuran planes altamente rocambolescos,
más propios de películas de espías como James Bond o la Pantera Rosa,
que de los todopoderosos servicios de inteligencia de EE.UU, que
llegaron a crear el departamento ZR/Rifle con la única misión de
liquidar a Castro, en colaboración con la mafia para añadir un toque
"hollywoodiense" al asunto.
En los albores de la Revolución, Fidel acudió a la Asamblea General de la ONU en Nueva York en 1960,
ocasión que la CIA quiso aprovechar para matarlo con varias ideas como
colocar explosivos en los puros que se brindarían al comandante, una
misión que finalmente no llegó a concretarse.
Tras la fallida
invasión de la Bahía de Cochinos -por exiliados anticastristas
financiados por EE.UU-, los servicios de inteligencia se ufanaron en
idear una desaparición limpia y sin rastro de sangre de Fidel Castro,
con el envenenamiento como opción predilecta, operación que contó con la participación expresa de mafiosos como John Rosselli y Santos Traficante Jr.
Ellos
se ocuparon de conseguir las cápsulas de cianuro que entregaron en 1963
al camarero de la cafetería del Hotel Habana Libre, donde Fidel acudía
frecuentemente a tomar un batido.
Fue otro fracaso: la cápsula de
cianuro quedó adherida al hielo del congelador donde estaba guardada y
no pudo utilizarse; el atentado que más cerca estuvo de tener éxito,
aunque el azar salvó de nuevo la vida del líder cubano.
Aunque el episodio más cinematográfico es el que implicó a Marita Lorenz,
amante de Fidel durante unos meses tras el triunfo de la Revolución
quien, después de trasladarse a EE.UU, fue contratada por la CIA a
finales de 1960, con tan solo veinte años, para envenenar al comandante
durante una cita en la suite de un hotel de La Habana.
Guardó las píldoras letales en un tarro de crema hidratante y emprendió viaje a Cuba. Las pastillas se derritieron con la crema,
pero la joven "mata-hari" -que luego trabajó como espía de la CIA
varias décadas- ya había decidido en el mismo avión que no iba a
asesinar al que fue su primer amor.
Conocedores de su afición por el buceo, los agentes de la CIA también
idearon planes como impregnar de bacterias letales un traje de neopreno
o camuflar una pequeña bomba explosiva bajo una caracola en una de las
playas donde solía sumergirse el comandante.
Ante las dificultades
para acabar con él, hay otros planes que solo buscaban desacreditarlo:
colocar sal de talio, una sustancia depilatoria, en sus puros o zapatos,
lo que al ser inhalado por Castro provocaría la pérdida de su
significativa barba; o gasear con LSD una estación de radio donde iba a
intervenir en directo para drogarlo y que pareciera que había perdido la
cabeza.
Capítulo aparte merece Luis Posada Carriles, quien
atentó con la vida del comandante en varias ocasiones, además de
participar en la explosión de una bomba en el hotel Copacabana de La
Habana en 1997, que mató a un turista italiano; o en la voladura de un
avión de Cubana de Aviación en 1976, en el que murieron 73 personas.
Carriles
-exiliado cubano, anticastrista acérrimo, exagente de la CIA y "cruel
terrorista" según Fidel- urdió su último atentado contra el líder cubano
durante la X Cumbre Iberoamericana celebrada en Panamá en 2000: otro
intento frustrado por el que fue condenado y enviado a prisión, aunque
poco después le amnistiaron.
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