En noviembre, América Latina cumplirá diez años del recordado "No al
Alca", donde los países de la región evitaron la consumación de un
gigantesco acuerdo de libre comercio capitaneado por EE.UU. En aquel
entonces, nuestros países establecieron un principio anticíclico, en uno
de los momentos de mayor auge del librecambismo a escala global. Hoy,
diez años después, ¿cuáles son los nuevos tratados que impulsa EE.UU?
¿Por qué van en contra de los BRICS, los países emergentes que han
motorizado al economía a nivel mundial en los últimos años? ¿Cuál es la
disputa abierta en términos internacionales, entre EE.UU. y China a
partir de esta situación?
1) El Acuerdo Estratégico de Asociación Transpacífico (TPP).
Ya
firmado, abarca a doce países que componen el 40% del PBI mundial:
EEUU, México, Perú, Chile, Japón, Vietnam, Singapur, Brunei, Malasia,
Australia y Nueva Zelanda. Como todo acuerdo de libre comercio de estas
características, se basa en las asimetrías entre sus miembros,
favoreciendo notoriamente a los EE.UU., el principal interesado en su
concreción ―quien igualmente deberá aprobarlo en su Congreso en los
próximos meses―.
El TPP nace, además, con otra finalidad
indisimulable: intentar consolidar un contrapeso al crecimiento de China
dentro del bloque asiático, es decir, la propia zona de influencia
directa de la nueva potencia económica mundial. Japón, socio
privilegiado de EE.UU. en la zona, es el "caballo de Troya" para llevar
adelante esta estrategia nacida en Washington ante el veloz despliegue
del gigante asiático. Las palabras de Obama en relación al TPP, la misma
tarde en que este fue firmado, fueron elocuentes: "No podemos dejar que países como China dicten las reglas de la economía mundial".
2) La Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP).
Aún
en negociaciones, el TTIP es el intento de avanzar en un área de libre
comercio entre EE.UU. y la Unión Europea (UE). Las negociaciones se dan
en momentos donde la periferia del viejo continente sufre los embates
del desempleo y la desigualdad, producto de un lustro de decrecimiento
económico tras el arribo de la crisis iniciada con el desplome de Lehman
Brothers en EE.UU.
Con la condición ineludible del secretismo en
las negociaciones ―algo que comparte con sus pares TPP y TISA― el TTIP
tiene un condimento especial: prevé la creación de un tribunal de
arbitraje que funcione apartado del sistema jurídico de cada país, a fin
de dar "protección a la inversión extranjera". Como se ve, un
andamiaje creado de cara a las empresas transnacionales, que serán las
principales beneficiadas de este verdadero embate a los Estados
nacionales.
Una reciente movilización multitudinaria en Berlín,
centro del poder de la UE más allá de Bruselas, demostró que los
trabajadores europeos están en alerta ante el avance de las
negociaciones del TTIP. Hay en esa foto de 250.000 personas en la calle
cierta analogía con lo acontecido en América Latina a inicios del siglo
en curso, cuando importantes movilizaciones en Argentina, Brasil y
Venezuela contribuyeron a la firmeza que mostraron, respectivamente,
Kirchner, Lula y Chávez contra el ALCA.
3) El Acuerdo de Comercio de Servicios (TISA).
Negociado
en el mayor de los secretos, WikiLeaks difundió recientemente algunos
de los puntos principales de este acuerdo de servicios a escala mundial.
Allí se da cuenta de que el TISA permitirá a las corporaciones
financieras exportar todos los datos personales de los consumidores a
través de las fronteras, entrando en contradicción con las actuales
leyes de protección de datos en vigor, por ejemplo, en la Unión Europa.
Otro de los puntos candentes del TISA radica en la pretensión de que las
compañías financieras internacionales puedan estar exentas de cumplir
las normativas de un país al cual ingresen si sus actividades están
permitidas en el país de origen. Esto habilitaría a que, por ejemplo,
empresas estadounidenses tengan prerrogativas en otros continentes con
la sola vigencia de que Washington haya dado el visto bueno a las
mismas.
Australia, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, Costa
Rica, Estados Unidos, Hong Kong, Islandia, Israel, Japón, Liechtenstein,
México, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú,
Suiza, Taiwán, Turquía y la Comisión Europea son quienes continúan en
las negociaciones de este "acuerdo" en el ámbito de servicios. Uruguay,
que se apartó de las mismas tras la decisión del oficialista Frente
Amplio, ratificó la negativa mayoritaria de los países del Mercosur a no
participar en estos acuerdos, que imponen condiciones leoninas para
nuestros países. Sin embargo, la continuidad de Paraguay ―también
miembro fundador del bloque― en las negociaciones es un dato para
prestar especial atención, a sólo cuatro años del golpe parlamentario a
Fernando Lugo (hecho que, en definitiva, posibilitó también este
desenlace).
Es preciso finalizar este artículo con algunas
conclusiones sobre el momento económico internacional abierto en los
últimos años. En primer lugar, el trasfondo de todas estas negociaciones
es el intento de EE.UU. de golpear a China en un momento donde la
economía oriental, más allá de una merma en las proyecciones, sigue
siendo la que mueve al mundo: el 7% de crecimiento previsto por Pekín
para los próximos años ―a pesar de ser menor al 14% de años atrás―
resulta mucho más significativo que el magro 2% por el que se
enorgullece EE.UU.
Por otro lado, también se busca impactar a Rusia,
India, Brasil y Sudáfrica, los otros países emergentes, que han logrado,
junto a los países con gobiernos posneoliberales en la región, una voz
creciente en las instancias internacionales, disminuyendo la influencia
de EE.UU. y la UE allí. La decisión de Washington parece tomada: lanzar
una ofensiva contra la idea de "nuevo mundo multipolar" a partir de una
masiva liberalización comercial que pueda confrontar con la tendencia ―a
esta hora indudable― de debilitamiento frente a las economías
emergentes.
En conclusión, EE.UU. intenta "abrir" para en verdad cerrar, buscando revitalizarse en un momento convulsionado para sus propias aspiraciones, tanto desde el plano geopolítico como desde el geoeconómico. ¿Lo logrará?
(*) Periodista. Licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Investigador del Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.
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