"No propongo una especie de proceso de tierra quemada, pero sí
defiendo llegar a alguna reforma estructural de sentido común o reformas
específicas en los programas de seguridad social", dijo hoy a
periodistas el congresista Joe Barton al remarcar la necesidad de no
cejar la presión sobre los demócratas.
"Nadie quiere una suspensión de pagos. Pero mientras lo hacemos,
debemos hacer algo sobre los trabajos y la economía, sobre los
impulsores de nuestra deuda. Estamos hablando con nuestros miembros, y
cuando tengamos una decisión, se la haremos saber", afirmó por su parte
John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes.
Boehner reconoció así ayer que no se había conseguido una postura común después de varios días de conversaciones internas.
Entre las propuestas figuraban la exigencia de aprobar el oleoducto
Keystone, cambios en la reforma sanitaria o la modificación en el
proceso de aprobación de presupuestos en el Congreso como condiciones
para aprobar el nuevo tope de deuda.
Esta semana, el secretario del Tesoro, Jack Lew, alertó que el
"tiempo se está agotando" para negociar la elevación del límite de
endeudamiento, que debe aprobar el Congreso, y urgió a los legisladores a
no jugar con la credibilidad del país ante sus obligaciones de pago.
En tanto, otra parte de los republicanos en la Cámara de
Representantes considera los efectos negativos de la crisis de octubre
pasado, que se saldó con el cierre parcial de la Administración federal
durante 16 días y de la que los ciudadanos culparon mayoritariamente a
los republicanos, y aconseja un enfoque menos combativo.
Así se expresó el legislador Raúl Labrador, quien sostuvo que como
los demócratas van a rechazar "incluso la alternativa más razonable",
los republicanos deberían aceptar la subida de la deuda sin condiciones y
apuntar que son los demócratas los que "no han querido negociar".
Los republicanos deben conseguir los 218 votos que garantizan la
mayoría en la Cámara de Representantes, algo de lo que aún se encuentran
lejos.
Por su parte, los demócratas y la Casa Blanca han insistido en que no
están dispuestos a negociar con la credibilidad crediticia de EE.UU.
"¿Por qué no evitamos una crisis esta vez? No podemos y no jugaremos
con el crédito de nuestro país", insistió este martes Harry Reid, líder
de la mayoría demócrata en el Senado.
La prórroga del tope de deuda de 16,7 billones de dólares hasta el 7
de febrero fue aprobada tras la crisis de octubre, que tuvo como
consecuencia que la popularidad del Congreso cayese a mínimos
históricos.
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