BERLÍN.- La decisión alemana de cerrar todas las centrales nucleares en 2022,
provocada por el desastre de Fukushima ocurrido el año pasado en Japón,
es un hecho.
El desmantelamiento de las centrales supone principalmente retirar y
deshacerse del material contaminado así como el desmantelamiento de las
propias plantas mientras se vigila que no haya fugas radiactivas.
Gastar el combustible de los reactores requiere que sea
recubierto y después transportado a vertederos seguros, mientras que las
torres de refrigeración, a menudo consideradas un atentado contra el
paisaje, deben ser demolidas.
Hoy en día, los cuatro operadores de plantas nucleares en Alemania,
E.ON, RWE, EnBW y Vattenfall, han hecho unas provisiones totales de más
de 30.000 millones de euros para desmantelar las plantas y la deposición
de residuos nucleares.
La segunda empresa de Alemania, RWE, estima que desmantelar sus
dos reactores en Biblis costará 1.500 millones de euros, sin contar
costes de almacenamiento para los residuos nucleares.
E.ON, la mayor empresa eléctrica del país, calcula costos de
1.100 millones de euros por planta en el desmantelamiento y retirada del
material radiactivo de cada una.
Pero las estimaciones de los costes totales del desmantelamiento
de todas las plantas nucleares de Alemania difiere mucho debido a la
compleja naturaleza del proceso. Greenpeace espera al menos 44.000
millones de euros, mientras que la consultora Arthur D. Little ha
situado el gasto total en una cifra nunca inferior a los 18.000 millones
de euros.
No obstante, un año después del accidente de Fukushima, 50 países
continúan con centrales operativas y otras en construcción, pero las
medidas adicionales de control de los riesgos impuestas a raíz del
desastre están aumentando su coste operativo.
La Asociación Nuclear Mundial estimó en marzo que los operadores
estadounidense calculaban un gasto de 1 millón de dólares (815.000
euros) por reactor para adaptarlos a las medidas de seguridad adicional
post-Fukushima.
Tras el accidente, Alemania, Suiza y Bélgica decidieron
deshacerse de sus plantas nucleares conjuntamente para relanzar en
contraposición las economías renovables.
En aquellos países que han elegido abandonar sus programas
nucleares, las operadoras no podrán hacer todo el trabajo de
desmantelamiento por sí solas, así que actores especializados podrán
estar mejor posicionados para hacerse con los beneficios del desarme, un
proceso cuya duración se estima que durará décadas.
La francesa Areva, Westinghouse Electric Company LLC (propiedad
conjunta de la japonesa Toshiba, la compañía de ingeniería
estadounidense Shaw Group e IHI Corp) y la alemana Nukem Technologies,
podrían todas ellas satisfacer la necesidad de una mayor experiencia en
el campo.
"Tenemos claro que habrá más trabajo en el mercado", dijo Ulf
Kutscher, jefe ejecutivo de Nukem Technologies, parte de la empresa
nuclear estatal rusa Rosatom.
La empresa está especializada en la deposición de residuos
nucleares además de en el desmantelamiento de plantas nucleares y tiene
experiencia en varios países europeos, incluido Francia, donde está
ayudando con el desarme de la central nuclear de Brennilis.
"Pero no sabemos cuando trabajo se hará finalmente por parte de
las propias operadoras. Me puedo imaginar que harán un buen negocio con
el desmantelamiento", dijo Kutscher.
Entre otras tareas, la alemana Energiewerke Nord GmbH (REA)
planea y lleva a cabo grandes proyectos de desmantelamiento, incluyendo
la retirada a distancia de las fuertemente contaminadas, como la vasija
del reactor.
"Mientras los combustibles nucleares permanezcan en las plantas,
el proceso de desmantelamiento no se puede iniciar", dijo el director
gerente de la REDA, Juergen Ramthun, y agregó que podría durar entre 5 y
7 que todos los elementos combustibles se eliminasen y la planta
estuviera lista para su desguace.
Fuera del enorme bloque de cemento, los pájaros cantan y las
flores están en su punto álgido. Pocos imaginarían que aquí había un
central nuclear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario