domingo, 24 de mayo de 2009

Europa del Este / Santiago Fernández de Lis y Paula Papp *

El detonante de la actual crisis internacional fue, como es conocido, un proceso en el cual las entidades financieras norteamericanas, aprovechando una abundante liquidez y ciertas grietas en los mecanismos de supervisión, buscaron incrementar su rentabilidad ofreciendo financiación para la adquisición de vivienda a segmentos de la población con escasa capacidad de compra.

Este comportamiento se vio alimentado por una infravaloración del riesgo -al considerar que el precio de la vivienda seguiría aumentando- y por el auge del llamado "sistema bancario en la sombra", cuya función era empaquetar y trasladar este riesgo a terceros.

Este proceso permitió profundizar la inclusión financiera y facilitó el acceso a la vivienda a una parte de la población. Sin embargo, al no realizarse con las garantías oportunas, ni con los controles adecuados, terminó desencadenando una grave crisis mundial.

Después de atravesar varias fases, la crisis está afectando ahora de manera especial a países de Europa central y del este, que reúnen una serie de características que los hacen muy vulnerables: cuantiosas entradas de capitales, déficit exteriores muy elevados, fuerte expansión del crédito, acusado encarecimiento de los precios de la vivienda, pérdida de competitividad ligada a procesos inflacionistas, dependencia de los bancos extranjeros y predominio de la denominación del crédito a residentes en moneda extranjera, que supone un tercio del total para la media de este grupo de países y un 70% en los bálticos.

Esta última característica supone el principal elemento de vulnerabilidad. La denominación en euros (o en francos suizos) de créditos hipotecarios de familias cuyos ingresos están denominados en moneda local, incluso si los bancos están "calzados" con posiciones equivalentes en su pasivo, encubre un riesgo de crédito latente que, como en el caso del subprime de EE UU, se ha venido ignorando o infravalorando por la banca, ya que sólo se materializaría en caso de devaluación de la moneda.

Los bancos extranjeros implantados en estos países -austriacos, alemanes, italianos, suecos- han financiado de manera creciente esta expansión con recurso a los fondos canalizados desde sus matrices. En otras palabras, la nueva frontera de la banca europea ha sido la clientela de Europa central y del este, al igual que los estratos de renta más desfavorecidos (subprime) lo fueron para la banca norteamericana.

Si los créditos se hubieran denominado en moneda local, la capacidad de endeudamiento de estos nuevos clientes habría estado en consonancia con sus ingresos. Pero al denominarse en moneda fuerte, el riesgo de estos créditos se revela ahora, cuando cambian de sentido los flujos de capitales exteriores y se debilitan las monedas locales.

Los países con tipo de cambio flexible se están viendo afectados de forma inmediata, pero son los países con tipo de cambio fijo los que presentan más riesgos, precisamente porque la devaluación no forma parte de las reglas del juego, como ilustró dramáticamente hace unos años el caso de Argentina. -

(*) S. Fernández de Lis y P. Papp son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas

No hay comentarios:

Publicar un comentario