domingo, 21 de diciembre de 2008

La Reserva Federal, al ataque / Luis de Velasco

"Con todos los medios disponibles", como dice su declaración después de su decisión de situar el tipo de interés para los fondos federales entre el 0,25 por ciento y cero, haciendo realidad lo que ya se daba en el mercado, donde esa tasa se situaba últimamente en el entorno del 0,2 por ciento. El objetivo declarado de esta ofensiva por tierra, mar y aire es el de "promover la reanudación de un crecimiento económico sostenible y mantener la estabilidad de los precios". Dicho de otra manera: tratar de evitar la gran amenaza que es la "estanflación", mezcla de recesión (en la que ya estamos, quizá camino de la depresión) y deflación (el gran temor, pues el índice de precios al consumo descendió en Estados Unidos, en noviembre, el 1,9 por ciento sobre un año atrás, el mayor descenso desde que existe esa estadística).

El monstruo deflacionista está llamando a la puerta y el gobernador de la Fed, Ben 'Helicóptero' Bernanke, discípulo de Milton Friedman y experto en la crisis de 1929, está dispuesto a lanzar, como dijo su maestro, dólares desde un helicóptero para evitar que entre en la habitación. Lo que se denomina "Quantitative easing" es, más que la rebaja citada, la gran novedad, aunque ya se experimentó en la reciente década en Japón, con escaso éxito. Supone un brutal crecimiento del balance de la Fed, mediante la adquisición de activos para rebajar los tipos de interés a largo e inyectar liquidez al sistema. Hoy, ahora, la inflación no preocupa, será asunto para más adelante. El balance de la Fed alcanza más de 2,2 billones de dólares, un aumento de más de 1,3 billones en un año. La Fed es hoy no sólo lo que es un banco central, el prestamista en última instancia, sino también en primera, y va camino de ser el mayor banco del mundo. Todo sea para evitar la deflación, una peste contra la que hay escasa experiencia.

A pesar de todas las medidas en varios frentes, la economía norteamericana no muestra signos de recuperación, al contrario. Todas esas medidas muestran la enorme gravedad y complejidad de la situación, aquejada además por algo fundamental: falta de confianza por parte de todos los agentes económicos. Mientras la confianza y las expectativas no mejoren, la situación tenderá a empeorar. La estafa Madoff no ayuda precisamente. Lo ocurrido ha puesto de relieve el impacto de la alianza entre la codicia (tanto del susodicho como de quienes, personas y entidades, confiaron en él a pesar de las muchas señales de algo extraño) y las autoridades reguladoras y supervisoras, en este caso fundamentalmente la SEC, todo ello fruto de la ideología dominante de desregulación y rápidos beneficios a muy corto plazo. La crisis tiene unos responsables y algunos, pocos, de ellos están ya pagando en Estados Unidos. Es un magro consuelo porque aquí, en nuestro país, donde se junta una crisis propia agudizada por la crisis internacional, también hay unos responsables, tanto por acción como por omisión, pero aquí, como siempre, nunca pasa nada.

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