BEIRUT.- El Líbano se enfrenta a una posible
crisis monetaria si se prolonga más el bloqueo político que ha impedido
formar Gobierno desde las elecciones del pasado mayo, afirmó hoy el
ministro de Finanzas en funciones, Ali Hasan Jalil.
El ministro aseguró, en declaraciones recogidas hoy por la Agencia
Nacional de Noticias, que la actual crisis financiera que vive el país
se puede tornar una crisis monetaria que podría llevar a una "pérdida de
confianza" en el país y en sus instituciones.
"Cualquier retraso en la formación de Gobierno tendrá
reflejos negativos en la situación de estabilidad del país", advirtió el
ministro.
El primer ministro, Saad Hariri, ha
fracasado hasta ahora en su intento de alcanzar un acuerdo para formar
Gobierno debido a las divergencias entre los principales grupos
políticos del país.
Las principales resistencias las
ha planteado el grupo chií Hizbulá, que salió reforzado en las
elecciones del pasado mayo y que quiere una mayor presencia en el
gabinete de Hariri.
El analista Hyam Mallat, profesor
de la Universidad de San José, dijo que la formación del Gobierno
podría "aliviar la situación de los libaneses" al permitir llevar a
cabo "las reformas exigidas por la comunidad internacional".
"La situación es frustrante, el problema socio-económico es cada vez
más grave, la gente está angustiada e intranquila ya que no sabe, entre
otras cosas, si podrá continuar enviando a sus hijos a los colegios, si
podrá hospitalizarlos en caso de necesidad, si tendrán que seguir
pagando dos o tres veces los servicios básicos como el agua y la
electricidad", comentó el analista.
El Líbano tiene
una deuda de 83.000 millones de dólares y la economía del país enfrenta
la carga adicional que supone atender a más de un millón de refugiados,
sirios y palestinos.
El país árabe recaudó 11.000
millones de dólares, entre préstamos y ayudas directas, en una
conferencia de donantes celebrada en París el pasado abril, pero ese
presupuesto no se podrá invertir mientras no se forme el Gobierno.
La ausencia de gabinete no es nueva en el Líbano, puesto que el sistema
electoral favorece composiciones muy fragmentadas del Parlamento, lo
que fuerza a complejos acuerdos entre partidos rivales y de confesiones
religiosas en ocasiones enfrentadas.
Uno de los casos
más graves fue el del ex primer ministro Tamam Salam, al que le llevó
unos diez meses formar Gobierno en 2014.
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