SAO PAULO.- Se comprometió a acabar con la corrupción, aliviar las regulaciones y
ponerse duro con China. Lo aman los evangélicos y los defensores de los
derechos a portar armas. Ha denunciado a los medios por divulgar
“noticias falsas”. Es partidario de encerrar a sus rivales políticos.
El nuevo presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, es un ardiente
admirador, y sagaz imitador, de su homólogo estadounidense, Donald
Trump. Y eso podría marcar el comienzo de una de las relaciones
bilaterales más cálidas del hemisferio occidental.
Trump llamó a
Bolsonaro el domingo por la noche para felicitarlo por su triunfo, poco
después de que el diputado de extrema derecha lograra una victoria
contundente en las urnas con el 55 por ciento de los votos.
Bolsonaro
y Trump hablaron de “un fuerte compromiso de trabajar mano a mano” en
asuntos que afectan a Brasil y Estados Unidos, además de otros temas,
dijo la Casa Blanca.
Trump ha tenido múltiples problemas con
otros líderes de América, entre ellos con el primer ministro canadiense,
Justin Trudeau, y con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto. Pero
encontrará en Bolsonaro un álter ego cuya visión del mundo y agresivo
estilo son sorprendentemente similares a los suyos.
“Al igual que
él quiere hacer grande a Estados Unidos, yo quiero hacer grande a
Brasil”, dijo Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército, en una
entrevista por televisión en julio.
El congresista de 63 años
inició la carrera por la presidencia como un “outsider” empeñado en
destruir lo que considera un sistema político corrupto que ha olvidado a
los ciudadanos comunes. Su dura retórica, que incluye insultos contra
los homosexuales, mujeres y minorías, ha emocionado a sus seguidores,
que lo ven como un político que dice lo que piensa.
Bolsonaro ha
defendido el orden público, el patriotismo y los valores religiosos. Y
ha demonizado a sus rivales izquierdistas, a los que califica de
enemigos del pueblo.
Si bien muchos líderes mundiales se han
mantenido a distancia de Trump, Bolsonaro no ha ocultado su estima hacia
el mandatario estadounidense. Ha elogiado al cuadragésimo quinto
presidente de la mayor economía del mundo como un líder audaz que ha
prevalecido ante críticas injustas.
“Trump enfrentó los mismos
ataques a los que me enfrento: que soy un homófobo, un fascista, un
racista, un nazi”, dijo Bolsonaro el año pasado. “Pero la
gente creyó en su plataforma. Yo lo apoyaba”.
Para Christopher
Garman, analista jefe para América de Eurasia Group, una consultora de
riesgo político con sede en Nueva York, podría estar a punto de surgir
una relación sumamente estrecha en el continente.
“La
victoria (de Bolsonaro) seguramente pregonará una relación bilateral
más fuerte”, dijo Garman. “Bolsonaro no sólo es un admirador de Donald
Trump, sino que ambos fueron elegidos en medio de una ola de molestia
contra la clase dirigente, con tendencias ideológicas relativamente
similares”.
Bolsonaro ya ha dado a
conocer un plan que busca darle un giro a la política exterior brasileña
hacia la derecha, algo que le vendría bien al Gobierno de Trump.
Entre
los planes que ha adelantado está el traslado de la embajada de Brasil
en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo el ejemplo de Estados
Unidos.
Y, al igual que Trump, Bolsonaro está reconsiderando la
pertenencia de su país a organizaciones multinacionales como el bloque
comercial Mercosur, el grupo de grandes economías emergentes BRICS y el
acuerdo climático de París.
Esos cambios revertirían 13 años de
diplomacia llevada a cabo por los gobiernos liderados por el
izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), que se centró en buscar
alianzas con los vecinos de Brasil y con potencias en desarrollo.
Bolsonaro
también cuestiona la relación de Brasil con China, al que considera un
socio económico depredador. El gigante asiático es el mayor comprador
extranjero de soja, mineral de hierro y otras materias primas del país
sudamericano.
Pero Bolsonaro está alarmado por una serie de
adquisiciones de empresas brasileñas de parte de grupos chinos de
energía e infraestructura.
“Los chinos no están comprando en Brasil.
Están comprando Brasil”, ha advertido Bolsonaro en comentarios que
probablemente agradan a Trump, cuyos aranceles a productos chinos han
desencadenado una guerra comercial con Pekín.
También está el
plan de Bolsonaro de privatizar una serie de empresas estatales y
aflojar las restricciones ambientales para dar paso a más actividades de
minería, ganadería y agricultura.
Pero no sólo en materia
comercial la mirada de Bolsonaro se dirige hacia el norte. Es un ávido
partidario de la Asociación Nacional del Rifle y ha prometido que una
vez que asuma el cargo el 1 de enero cambiará las estrictas leyes de
armas de Brasil y permitirá que los ciudadanos porten armas de fuego
para defenderse de los delincuentes.
Al igual que Trump,
Bolsonaro aprovechó también magistralmente los temores y frustraciones
de los votantes para llegar a la presidencia. Brasil está acosado por
terribles niveles de delincuencia callejera y de corrupción política,
con un expresidente en la cárcel y otra destituida y expulsada de su
cargo en los últimos años.
Además, la economía se ha visto
golpeada por la peor recesión en décadas y aún tiene que recuperar su
brillo, ya que más de 13 millones de brasileños están desempleados.
Hambrientos de cambio, los votantes respondieron a las audaces promesas de Bolsonaro.
Steve
Bannon, exasesor de Trump, dijo que en Bolsonaro ve cosas del
presidente estadounidense, quien aprovechó una ola de descontento
similar. “Hace falta ese tipo de crisis y Brasil está atravesando ese
tipo de crisis”, dijo Bannon recientemente. “Creo que
Bolsonaro es una figura como Trump”.
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