viernes, 7 de julio de 2017

El sillón español en el BCE / Primo González *

La renovación del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) está generando un incipiente debate político que tiene   el más alto interés  para España, ya que desde la salida de este órgano  de José Manuel González Páramo, España carece de  sillón en este importante organismo. Ni qué decir tiene que la lamentable   resolución del Banco Popular y, acto seguido, la agraviante solución que se le ha dado a la crisis de los dos bancos italianos  al borde de la quiebra,  ha avivado  la sensación de humillante aislamiento que vive España en una de las instituciones más importante de la Eurozona,  el BCE, en la que Italia ha salido abrumadoramente beneficiada, aunque su buen dinero le va a costar al Gobierno italiano.

España es uno de los cuatro grandes países de la zona. Es el único de los cuatro grandes  que no tiene un  directivo en este importante organismo. Tampoco tiene presencia relevante en los organismos  que entienden de las cuestiones bancarias en el ámbito de la Unión Europea. La ausencia española en todas estas instituciones  es una grave anomalía si se tiene en cuenta que, fuera de la UE, hay  profesionales españoles del sector financiero  con presencia  destacada en organismos como el Banco Internacional de Pagos de Basilea o el Fondo Monetario Internacional.  No le faltan a España  profesionales de prestigio y de alto  nivel para contar con un profesional en el más  influyente órgano de decisión del BCE.  

La composición de los órganos de dirección de este  organismo no es un  reflejo de las nacionalidades o Gobiernos, pero en la práctica  las instituciones comunitarias suelen respetar una cierta diversidad entre los países miembros, en especial con  presencia de los más  influyentes.  Y España lo es, sobre todo en el sector bancario, en el que cuenta con al menos dos  entidades de ámbito internacional y, como se dice en el argot financiero, ambas de carácter “sistémico”, es decir, con  capacidad para ejercer una influencia significativa más allá de las fronteras nacionales.

En un futuro no muy inmediato, el BCE tiene que proceder a una amplia renovación de  consejeros, que incluirá también al actual vicepresidente y hasta al mismísimo presidente. La ocasión de  dar entrada a un español en este sanedrín de  alto nivel financiero  está, o debería estar,  por lo tanto  en la hoja de ruta del Gobierno, cuyo desvalimiento en la representación institucional europea está quedando con demasiada frecuencia a la vista. El caso bancario  ha sido el más palpable en estos últimos meses.

El relevo está ya suscitando  maniobras de todo tipo en las altas instancias del Gobierno y de algunos organismos internacionales.  Fráncfort no quiere a un político en el Consejo de la entidad. Lo han  dicho de forma velada en diversas instancias  algunos de sus representantes, ante las presiones que se están ejerciendo desde algunos ámbitos para que sea Luis de Guindos, actual ministro español de Economía, quien ocupe un sillón en esta institución o incluso un puesto de mayor relieve, como podría ser la vicepresidencia  o incluso  la más alta responsabilidad.  

En Bruselas quieren un  perfil poco político o, cuando menos,  descartan a un ex ministro en el puesto de mando de una institución tan relevante como es el BCE. Las posibilidades de De Guindos parecen por lo tanto bastante mermadas para este cargo, lo que no  implica que  las posibilidades españolas para contar con un nacional  en la institución bancaria europea sean menores. Hay una buena lista de nombres, incluso  de prestigio internacional, que pueden optar al cargo. Lo que no puede suceder es que España siga ausente por más tiempo de  esta institución.



(*) Periodista y economista español



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