jueves, 23 de junio de 2016

España en el mundo (II) / Ramón Tamames *

El artículo que iniciamos el pasado jueves 2 de junio, empezando con un panorama de la economía internacional, continuó el día 9 con una referencia más amplia a las dos grandes naciones de mayor incidencia en los intercambios mundiales. Y luego, el jueves 16 repasamos  cómo van las cosas en la UE. Hoy entramos en la segunda parte del artículo, para empezar a ocuparnos de la situación económica de España en plenas vísperas electorales, para seguir después de los comicios del 26-J. 
  1. DE LA RECESIÓN A LA RECUPERACIÓN
Como ya hemos subrayado antes, la política económica española está incidida por las decisiones que se adoptan en Bruselas. Por lo cual se considera, a veces, que hemos dado un paso atrás, aceptando una dependencia económica de lo que deciden el Consejo y la Comisión en la capital europea. Sin reconocer la realidad de que se trata de ir a una soberanía compartida, en una serie de cuestiones principales, a escala de toda la UE. Otra cosa es que España despliegue mayor o menor capacidad para potenciar su presencia en las instituciones europeas.
  1. La evolución del PIB
Desde diciembre de 2011, tras haber “tirado la toalla” Rodríguez Zapatero con decisiones anticipadas, y ya con Rajoy como Presidente del Gobierno, se hizo visible la desastrosa situación económica de España en diciembre del citado año, con una fuerte recesión  y falta de verdaderas medidas contra la crisis.

La herencia recibida
La Deuda Pública dejada por el Gobierno Rodríguez Zapatero se cifró oficialmente por el propio ZP en el 6 por 100, cuando en realidad resultó ser casi el doble. Lo cual sucedió porque la situación de grave crisis, ya avanzando rápidamente, fue ignorada oficialmente por el Gobierno en 2008 y 2009; y sólo en mayo de 2010, cuando ya todo el panorama era más que negro, se tomaron, bajo presión de la UE, y también de Washington y hasta de Pekín, las primeras medidas correctoras. Que resultaron, no sólo tardías, sino además insuficientes.
Después vino el nuevo gobierno Rajoy, que actuó, cierto que sin gran celeridad y siempre con un impulso limitado, para introducir ajustes considerados como de austeridad (recortes presupuestarios), completados con una serie de reformas: laboral, financiera, fiscal, etc.

El crecimiento
En cualquier caso, en medio de toda clase de dificultades, ya en el último trimestre del 2013, la recesión en España empezó a ceder; alcanzándose ya una expansión del PIB del 1,4 en 2014, de 3,2 en el 2015, con la previsión de situarse en el 2,7 en 2016. Y en el primer trimestre de este año se observó una evolución del PIB del 0,8 por 100, equivalente a una velocidad de crucero de algo más de tres puntos.
A propósito de ese crecimiento -y de modo crítico para el desarrollo de los ejercicios económicos de 2011 a 2016-, se ha dicho que la recuperación española se vio muy facilitada por la caída del precio del petróleo, que cortó la inflación de raíz; y también por la depreciación del tipo de cambio del euro que facilita las exportaciones; amén de las medidas del BCE a las que ya nos hemos referido al comentar la actuación de Mario Draghi, incentivando la liquidez y el crédito.
Es verdad que todo eso ha contribuido a mejorar la situación en España. Pero tales ventajas también llegaron a Renzi en Italia, Valls en Francia, y Schäuble en la propia Alemania; sin que en esos tres países se haya logrado una recuperación como la de España. Por lo que, cabe reflexionar: algo habrán tenido que ver con el tema de la experiencia española: la austeridad y las reformas practicadas en estas latitudes. Como también debe subrayarse que el mayor impulso español puede deberse también en parte a un empresariado resuelto a internacionalizarse, según veremos.

Recuperación del empleo
Ya lo hemos dicho con carácter general: hemos dejado atrás la gran recesión, pero la crisis no ha terminado y sólo se podrá decir que ha llegado su fin cuando se alcancen los niveles de renta anteriores y se llegue al mismo nivel de empleo.
En el sentido apuntado, la previsión es que en 2017 habremos compensado los 8,5 puntos de caída total de renta de los años 2008/2013. Aunque tendremos que esperar al 2020, o más, para situarnos también en la cota de población ocupada que teníamos antes de la crisis (unos 20 millones, frente al dato de abril de 2016, de 17,2). Y se hacen referencias a que en 2023 podríamos estar con un desempleo de no más del 8 por 100, en buena medida por la fuerte caída de la población activa por emigración, envejecimiento global, etc.
Hay crisis, pues, para un tiempo, por lo que no cabe bajar la guardia en el tema de las reformas: hay que mejorar el funcionamiento del mercado de trabajo, asegurarse de que la banca cumplirá las condiciones de la Agencia Bancaria Europea (ABE), y conseguir que la Administración sea mucho más eficiente.

Contracción de la clase media y más desigualdad
La crisis ha tenido consecuencias sociales importantes, sobre todo por la fuerte caída del empleo en su primera fase, la destrucción de parte del tejido industrial, los efectos de la merma de población ocupada en la Seguridad Social, etc. Y además, como ha puesto de relieve el Servicio de Estudios del BBVA, junto con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, la estimación es que las clases medias en España han bajado de ser de 58,9 por 100 de la población a un 52,3. En paralelo a un aumento importante de la desigualdad económica, que sólo muy recientemente empieza a paliarse con la recuperación del empleo.
Sin embargo, el estado de bienestar, a pesar de las muchas protestas, se mantiene; y cierto que la financiación de su déficit se ha hecho con la Deuda Pública emitida y el Fondo de Garantía del Pacto de Toledo. Y la recuperación en curso -dato psicológicamente interesante-, nos muestra que España adelantará pronto a Italia en renta per cápita, en 2017, con una media española de 42.314 dólares por cabeza, frente a 40.767 de los italianos.
La expansión de la renta y la mejora laboral de los últimos tres años en España, se ha elogiado en numerosos informes del FMI, la OCDE, Comisión Europea, etc. Y también en los medios, como subrayó el 4 de abril del 2016 Financial Times, llegándose a decir que España está booming.
  1. Dos asignaturas pendientes
Seguro que son muchas más que dos las asignaturas pendientes. Pero las dos que planteamos tienen una especial importancia para el futuro desarrollo: mercado de trabajo y reforma de la Administración.

Mercado de trabajo y reforma laboral
En relación con el empleo, la crisis destruyó algo más de tres millones de puestos de trabajo en España. Con el hecho diferencial respecto al resto de Europa, de que en nuestro caso sufrimos el colapso de la industria de la construcción, sector viviendas: desde más de 600.000 unidades terminadas en 2006, pasamos a una cifra de poco más de 30.000 en 2014. Es decir, una caída del 90 por 100. Con la secuela de la contracción de la fuerza de trabajo, en casi dos millones. Aparte de que el stock de 600.000 viviendas de construcción reciente (2015) aún no ocupadas, frena el relanzamiento de la construcción, que no recuperará nunca el nivel altamente especulativo de los años anteriores a 2008.
Por lo demás, el mercado de trabajo sigue siendo muy opaco. Y reconociéndose que España, según la UE, que la economía sumergida representa el 20 por 100 del PIB, no sabemos a ciencia cierta cuál puede ser el empleo oculto, que podría estar por encima del millón y medio de trabajadores. En un mercado en el que también se sitúan muchos jubilados y pensionistas que siguen trabajando, tal vez en cifra no menor de medio millón.
En otras palabras, tendríamos dos millones de empleos que no figuran en los censos laborales oficiales, lo que significa que el paro sigue siendo un gran problema, pero no con la intensidad que se dice. Como de hecho se demuestra también por la circunstancia de que a la oferta del Estado de una prestación de 426 euros mensuales para los parados que ya superaron sus plazos de seguro y subsidio, no se ha presentado el número que se esperaba.
Por otro lado, conviene recordar que hay más de 500.000 puestos de trabajo ofrecidos por las empresas que no pueden ser atendidos con población española. Porque no existen en el país personas suficientemente capacitadas, o especializadas, para ocupar esos destinos, de niveles tecnológicos elevados.
En relación con el empleo, es realmente incomprensible que una parte de la oposición manifieste que si gana las elecciones del 26 de junio derogarán la reforma laboral. Cuando los efectos de la misma ya se han producido en la realidad: más que para crear ocupación de inmediato, lo que la reforma ha hecho, a mi juicio, es frenar la destrucción de empresas; al disponer éstas de mayores posibilidades, y más económicas, para el adelgazamiento de nóminas, a fin de resistir la crisis. Sin perjuicio de que la Comisión Europea diga que hasta 2016, la reforma consiguió la creación de 400.000 empleos.
En este punto, será conveniente recordar las eternas críticas de las centrales sindicales (CC.OO. y UGT), de que el empleo que se está creando es mayormente precario, por su carácter de temporeros, y también por los salarios más bajos que antes; algo que se traduce en una frase más eufónica: la reducción de los costes laborales unitarios (CLU). Pero lo cierto es que en un contexto así, tanto CC.OO. como UGT han hecho bien poco por proclamar la necesidad de productividades mayores, relegando de hecho sus propuestas sobre el empleo a crear una renta mínima (de 426 euros por parado al mes), lo que desviaría la verdadera solución del problema; pasando la solución del asunto de una meta de crecimiento del empleo, a una deriva menos progresista de seguro de paro ampliado; y algo nada estimulante en la búsqueda de trabajo.

Reforma de la Administración
Queda pendiente también, de las reformas comprometidas por el Gobierno Rajoy, la de la Administración Pública. Una cuestión de la que el autor de este Informe oyó hablar por primera vez, en 1956, a Laureano López Rodó, en una conferencia en la que ya se planteaban los mismos temas que hoy; sin que se haya avanzado mucho en ese proyecto.
Por lo demás, está claro que la crisis ha favorecido la reorganización de las empresas privadas, para ser más eficientes: más producción con menos empleos por unidad de producto. En tanto que en el caso de las Administraciones no ha habido reformas durante la crisis, en la idea para muchos de que el presupuesto lo aguanta todo y la Deuda Pública está barata.
El caso es que a lo largo de la crisis, la Administración, lejos de reducirse merced a los avances tecnológicos (como han hecho las sociedades de banca, de servicios eléctricos, de gas, la industria con la robotización, etc.), no ha dejado de crecer. E incluso llega a decirse que la oferta de empleo público podría resolver gran parte del problema del paro, un desatino mayúsculo para la productividad.
En este punto concreto de nuestra problemática, debería quedar claro que el empleo normalmente no lo crea el Estado (sobre todo cuando sus inversiones han decaído, como es el caso), sino que es objeto de creación por los empresarios. Para lo cual, los estímulos de la Ley de Emprendedores (Ley 14/2013, de 27 de septiembre) no son suficientes. Lo que hace falta es, pues, es un clima más favorable a los empresarios, y una política del Estado que encauce a éstos en pro de un mayor dinamismo, en la senda de verdaderos empresarios schumpeterianos.
Seguiremos la próxima semana con la economía española, que tiene muchos más recovecos de lo que generalmente se piensa. 


(*) Doctor en Derecho y Ciencias Económicas


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