Son muchos los frentes en los que la Unión Europea libra su identidad
prácticamente a diario. El más alto tribunal de apelación alemán acaba
de darle la razón al Banco Central Europeo (BCE) en una disputa de
carácter conceptual que mantenían ciudadanos alemanes con la entidad que
dirige el italiano Mario Draghi, el BCE, en torno a un pleito de
carácter posiblemente muy importante pero que en las actuales
circunstancias parece menor. Sobre todo teniendo en cuenta que este
jueves 23 de junio se dirime nada menos que la integridad de la UE, en
el referéndum británico para abandonar la escena europea o mantenerse en
ella.
La cuestión contenciosa que habían planteado una serie de ciudadanos
alemanes era la de si el BCE podía comprar deuda pública de Estados
europeos, ya que, según sus argumentos, ello iría contra la norma básica
del BCE, que no puede financiar a los Estados miembros. Sobre todo los
alemanes querían encontrar una base sólida para impedir que esa
financiación se pudiera llevar a cabo sin contar con el Parlamento
germano, ya que financiar a Estados miembros equivaldría a poner los
impuestos alemanes al servicio de otros Estados miembros, lo que resulta
poco satisfactorio para la ortodoxia germana.
El veredicto final viene a dar satisfacciones a todos pero sin
adjudicar la razón completa a ninguno, ya que el BCE podrá comprar deuda
pública estatal pero dentro de unos plazos y volúmenes preestablecidos.
A los alemanes, como ciudadanos del país más rico o poderoso de la UE,
siempre les ha `preocupado que la Eurozona acabe siendo una casa común
en la que se adopten decisiones entre todos para repartir el dinero de
todos, si bien esto equivale a repartir básicamente el dinero de
Alemania, que es el arca en donde se guardan los mayores recursos
financieros de la UE.
Dejar de controlar el dinero a una mayoría, por
democrática que sea, pero que aporta recursos de muy diversa
consideración, según el país de que se trate (en definitiva, según su
tasa de ahorro), no es una solución que agrade a una parte de los
alemanes, sobre todo cuando se formulan amplias críticas hacia la falta
de control de los recursos públicos que, a diferencia de Alemania,
muestras algunos socios de la UE, tachados por lo general de manirrotos.
Además, suelen ser siempre los mismos.
La decisión del organismo jurisdiccional alemán ha dado, en suma, la
razón al BCE, aunque con matices, lo que puede ser interpretado de forma
ambivalente. Una de ellas es que el directorio del Banco Central
Europeo, y en especial su presidente, el italiano Mario Draghi, ven
reforzada du autoridad y por lo tanto obtienen el apoyo a su política de
compra de activos, tan criticada en Alemania. Al mismo tiempo, esta
política de intervención en los mercados se ve limitada y sometida a
ciertos controles, que no implican su inoperancia, pero que acotan el
poder de la máxima autoridad monetaria europea. En la búsqueda de mayor
eficacia en sus intervenciones.
Hay que subrayar, no obstante, que las medidas monetarias que viene
desarrollando el BCE desde hace más de un año no están dando ni de lejos
los resultados que se habían anunciado, lo cual redunda en una merma
del prestigio y la autoridad del BCE y de sus directivos. La victoria
legal que acaban de obtener frente a los ortodoxos ciudadanos alemanes
que han acudido a los tribunales no es, desde luego, un cheque en blanco
para Mario Draghi y sus colaboradores. La eficacia de sus medidas,
aunque legales, está por llegar.
(*) Periodista y economista español
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