PARÍS.- El acuerdo histórico
que ayer sellaron 195 países en una cuestión tan trascendental como
cambiar el paradigma del desarrollo en el mundo es resultado de un
esfuerzo diplomático sin precedentes, así como de la astucia y capacidad
táctica de varios personajes claves.
El primero que decide asumir la aventurada hazaña de intentar poner
de acuerdo a cerca de doscientas naciones con intereses contrapuestos
tras el devastador fracaso de la cumbre del clima de Copenhague (2009)
fue el presidente francés, François Hollande, que elige con gran tino a
las dos personas para liderarán esta gesta.
Frente a la costumbre de designar como presidente de la COP al
ministro del ramo, Hollande opta por su titular de Asuntos Exteriores,
Laurent Fabius, conocido por su sangre fría, para liderar la cumbre de
París, apoyado por Laurence Tubiana, una diplomática implicada en las
negociaciones del clima desde Kioto (1997).
Tubiana, peso a su aspecto menudo y frágil, es una mujer fuerte con
un profundo conocimiento de los complejos actores involucrados en la
diplomacia climática y de sus sensibilidades, muy valorada y respetada
por los mismos por su capacidad de escucha.
Pese al esfuerzo y la convicción de Francia, el acuerdo no hubiera
sido posible sin el impulso recibido por líderes globales como los de
Estados Unidos, China, la India o Alemania, que captaron que luchar
contra el calentamiento no es una cuestión sectorial y medioambiental,
sino transversal, que afecta a todas las políticas.
Cada uno tenía sus razones: Barack Obama llegó a la Casa Blanca
comprometiéndose a combatir "la mayor amenaza que pesa sobre las
generaciones futuras" y no quería dejarla sin un pacto; y el primer
ministro indio, Narendra Modi, es muy consciente de que necesita el
apoyo financiero para alumbrar con renovables al 20% de su población
sin acceso a la electricidad.
Tampoco hay que olvidar a la secretaria de la convención de cambio
climático de la ONU, Christiana Figueres, que asumió el puesto seis
meses después de que el fracaso de Copenhague pusiera seriamente en duda
la capacidad de las Naciones Unidas como marco de entendimiento de los
países en esta cuestión.
Para trasladar con fuerza el mensaje de que era "el momento" del
acuerdo la costarricense se ha rodeado, en la sombra, de un equipo de 10
influyentes personalidades de todo el mundo, entre ellos el
expresidente de México Felipe Calderón, o la ex secretaria de Estado
española de cambio climático, Teresa Ribera, hoy parte de la delegación
francesa y clave en las negociaciones con Latinoamérica.
Cuando llega la hora de la verdad y arranca la reunión de París,
Francia demuestra haber aprendido de manera sobresaliente de los errores
de Copenhague, y dirige las negociaciones con una transparencia sin
precedentes.
La primera semana deja hacer a los negociadores, y en el segmento de
alto nivel Fabius se inventa un órgano llamado Comité de París compuesto
de 14 ministros para facilitar y liderar las negociaciones.
Los ministros no estaban nombrados al azar, sino escogidos con
astucia entre los países que más resistencia ofrecían en algunos puntos,
como Arabia Saudí, Venezuela, Bolivia o Brasil.
Con esta jugada maestra neutraliza a los principales agentes de
discordia y hace pesar sobre sus hombros la responsabilidad de resolver
los desencuentros.
El pasado jueves, cuando se acerca la hora del acuerdo y los países
escenifican sus posturas más duras, Fabius decide inteligentemente dar
el viernes como día de reflexión, recibir en su despacho a todos y
posponer al sábado el acuerdo.
A las 11.30 (10.20 GMT) del sábado, un flamante Fabius entra en el
plenario a presentar el acuerdo en medio de la ovación de los presentes,
lo que demostraba que los países habían visto el texto final de
consenso que Francia terminó de redactar a las 06.30 (05.30 GMT) y que
lo aceptaban.
Francia da seis horas para que el documento sea traducido a los
idiomas oficiales de la ONU y revisado por los juristas y convoca un
plenario para su aprobación a las 17.30 (16.30 GMT).
Fabius se sienta puntual a presidirlo pero Tubiana se acerca a
levantarlo y el plenario, de bote en bote, se mantiene parado y en vilo
durante dos horas que pudieron truncar el acuerdo.
Estados Unidos había advertido de que la versión inglesa del texto
contenía un error de traducción respecto a lo acordado, y que donde
decía que las naciones desarrolladas "deben" seguir encabezando los
esfuerzos de reducción de emisiones tendría que haber figurado un
condicional: "deberían".
Nicaragua -uno de los solo nueve países que no han presentado
objetivos de contribución nacional en la lucha contra el cambio
climático- indicó que se negaba a aceptar el cambio y que pensaba
bloquear el acuerdo.
La obstrucción de Nicaragua hubiera mandado al traste el pacto, que
obligatoriamente debía aprobarse por consenso, si no fuera porque el
resto de países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América, ALBA, (Venezuela, Ecuador, Bolivia o Cuba) le dejaron sola.
Al verse acorralada, Nicaragua decide abandonar el bloqueo y, dos
horas después de lo previsto, Fabius toma posesión del estrado para dar
un rápido martillazo y fundirse en un fuerte abrazo a tres con Tubiana y
Figueres, mientras gran parte de los presentes mostraban su emoción.
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