SAO PAULO.- La Universidad Petrobras en el centro de Río de Janeiro es una
contundente respuesta de nueve pisos de altura al déficit de capital
humano que asfixia a la economía brasileña.
En el moderno edificio de vidrios oscuros que ocupa una manzana
entera, la mayor empresa de Brasil invierte 100 millones de dólares
anuales en formar a los profesionales que el sistema de educación no le
ofrece.
Sin los ingenieros de petróleo, geofísicos y ejecutivos
entrenados allí por Petrobras, Brasil difícilmente conseguirá explotar
sus bestiales reservas mar adentro para transformarse en la próxima
década en un gran exportador de crudo.
"La formación que el mercado nos entrega hoy no está cualificada
para lo que necesitamos", explica el gerente de la Universidad
Petrobras, Juliano Mesquita, en una entrevista.
"Los cursos son diseñados para cubrir las lagunas de conocimiento
e innovación que la compañía detecta como críticas para su desarrollo",
añadió.
¿El problema de fondo? La educación en Brasil no consigue seguir
el ritmo de la economía y acaba conspirando contra sus ambiciones de
potencia emergente.
Aunque el país aprovechó el crecimiento económico de la última
década para sacar de la pobreza a más de 20 millones de personas, los
niveles de abandono escolar son elevados y la calidad de la formación
discutible.
La mala educación es uno de los componentes menos visibles del
"costo Brasil", una mezcla de impuestos, burocracia y falta de
infraestructura que encarece la producción y entorpece los esfuerzos del
Gobierno por reanimar una economía que crecería apenas un 1,5 por
ciento en el 2012, menos de la mitad del promedio de la última década.
El desafío de empresas como Petrobras es titánico. La petrolera
estatal necesita personal altamente cualificado para extraer crudo y gas
natural bajo una gruesa capa de roca y sal en el fondo del mar a unos 7
kilómetros de profundidad, una apuesta de 70.000 millones de dólares.
Pero la falta de personal capacitado es un problema prácticamente
transversal en Brasil, donde según un estudio de ManpowerGroup un 71
por ciento de los empresarios tiene dificultades para encontrar el
perfil de trabajador que necesitan. El promedio global es del 35 por
ciento.
La minera Vale, cuyo mineral de hierro representa un 10 por
ciento de las exportaciones brasileñas, debe formar a sus propios
ingenieros en puertos y ferrovías, dos disciplinas cruciales que no
existen en las facultades de Brasil.
"Algunos años atrás, garantizar que tuviéramos suficientes
ingenieros era un desafío. Hoy nosotros suplimos esa brecha", explica
Tatiana Matos, gerente de educación de Vale, con un presupuesto de unos
70 millones de dólares anuales.
"Sin educación no tendríamos como sustentar nuestro negocio",
añadió. "Si esa estrategia no hubiese sido definida e implementada no
podríamos tener los resultados que tenemos".
Brasil parece tropezar a cada paso con sus limitaciones. Un
programa de 66.000 millones de dólares para construir puentes,
carreteras y puertos que la economía necesita desesperadamente podría,
por ejemplo, disparar los salarios del reducido mercado de ingenieros y
también los costos de las obras.
Para pasar de una vez la página, la presidenta Dilma Rousseff
propuso esta semana invertir en educación las regalías de la explotación
petrolera.
"Sin educación no vamos a llegar lejos", explicó al diario Valor Económico.
Por otro lado, el boom económico de los últimos 15 años permitió
universalizar la enseñanza básica y casi erradicar el analfabetismo en
Brasil, uno de los países del mundo que más aumentó su gasto en
educación en la última década.
Pero el retraso es tan grande que aún así ocupó el puesto 54
entre las 65 naciones que participaron en 2009 en un examen de lectura
de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)
para medir la calidad educativa.
Un examen de matemáticas mostró, a su vez, que la mayoría de los
estudiantes brasileños de 15 años tenía dificultades para resolver
problemas como calcular el área de un rectángulo.
Las autoridades reconocen que hay 3,8 millones de sillas vacías en las escuelas brasileñas.
"Es mucha gente, pero la reducción ha sido fantástica: en 1997
teníamos 8,7 millones de jóvenes sin escolarizar", dijo Luiz Claudio
Costa, el presidente del estatal Instituto Nacional de Pesquisas
Educacionais en Brasilia.
"Vemos a Brasil claramente en la senda correcta, avanzando a una
velocidad importante y acelerando cada vez más. Pero sabemos que la
educación no es una prueba de 100 metros, sino un maratón", dijo en una
entrevista.
Su visión es compartida por expertos como Bárbara Bruns,
principal economista de la educación del Banco Mundial para América
Latina, dice que los avances de Brasil en cobertura y calidad de la
enseñanza son "extraordinarios". Pero falta mucho.
"Los resultados de Brasil en las pruebas del PISA son todavía
bajos. Ese es el lado triste de la historia", dijo a Reuters, antes de
afirmar que el país necesita mejorar los salarios y el nivel de los
docentes.
La calidad de la educación refleja las profundas desigualdades de
una nación de 200 millones de habitantes donde una calle puede separar
un barrio con indicadores sociales de Europa de otro con números del
Africa subsahariana.
"No vamos a recuperar 500 años de atraso en una década y media",
dice Paulo Roberto Corbucci, un investigador del centro de estudios
gubernamental Ipea.
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