"Comerciantes
y vecinos de distintas zonas de la Capital Federal y el Gran Buenos
Aires participaron esta noche de un apagón de protesta de 15 minutos
contra la política económica del Gobierno nacional.
(...) En
Almagro, los vecinos y dueños de negocios se concentraron a partir de
las 20 en la esquina de Corrientes y Estado de Israel, donde hicieron
escuchar su reclamo con un cacerolazo y los estallidos de petardos.
(...)
También en la céntrica avenida de Lanús 9 de Julio, en el sur del
conurbano bonaerense, hubo una manifestación ruidosa de gente que cortó
la calle y pidió a todos los comerciantes de distintas cuadras que se
unieran a la protesta".
La presente crónica, no pertenece a lo ocurrido el jueves pasado; tampoco a ayer viernes. Se trata de lo publicado por diario La Nación el 12 de diciembre de 2001,
solo siete días antes de que el país estallara en pedazos y se llevara
puesto a un presidente votado democráticamente: Fernando De La Rúa.
Al
igual que hoy, en esos días también era usual escuchar en los
noticieros los síntomas de la paranoia colectiva por la imposible
contención del dólar y la novela del incesante crecimiento del "riesgo
país".
Por
suerte, como se ha dicho en esta misma columna en anteriores análisis,
aún se está lejos de la situación vivida en esas jornadas. Todavía,
los funcionarios que administran el Poder Ejecutivo Nacional están a
tiempo de blanquear la real situación de la economía vernácula
—empezando por la corrección de las mediciones del Indec— y convocar a
un diálogo público y abierto a especialistas y referentes de la
oposición, el cual ayudaría a salir de la coyuntura actual.
Si
ello no ocurre, costará cada vez más sostener el "dibujo" de las
cuentas y seguir forzando los niveles que hoy ostenta la balanza
comercial argentina. ¿Cuánto más se puede sostener el crecimiento del
gasto público, al tiempo que crece la inflación y disminuyen la
producción y el ingreso de capitales genuinos al país?
Durante
nueve años, el kirchnerismo se ha esforzado en pulir un relato oficial
que tranquilizara a la ciudadanía y escondiera la verdadera situación
del país; se hizo a través del manoteo de la caja de la Anses, la
sobreimpresión de billetes —uno de los causantes de la inflación
imperante—, la manipulación de las estadísticas del Indec y la
modificación de la Carta Orgánica del BCRA, entre otras desacertadas
medidas. Si bien todo esto sirvió en los tiempos en los que la economía
—nacional e internacional— funcionaba cual reloj suizo, hoy ello no
ocurre.
No
alcanzan ya las palabras de alivio de ministros y secretarios; siquiera
las de la Presidenta de la Nación. ¿Cómo creerle a un gobierno que pide
"pensar en pesos" y cuyos funcionarios más relevantes ahorran en
dólares? ¿Qué puede decir Cristina Kirchner al respecto, quien
ostenta plazos fijos por tres millones de dólares y cuyos hoteles
ofertan sus tarifas en esa moneda?
"La
situación no será tan grave como la gente cree, pero el Gobierno da
señales tan confusas que genera las peores desconfianzas", advirtió este
viernes un economista que sabe efectuar precisos informes económicos
para la Casa Rosada.
Ello explica el fenómeno de los cacerolazos que se vivieron esta semana y que provocaron enorme preocupación en el oficialismo. Dicho
sea de paso, una vez más el Gobierno decidió no hacerse cargo de las
quejas de la ciudadanía y mandó a sus blogueros a echarle la culpa al
grupo Clarín en combinación con quien escribe estas líneas. No es chiste.
Si
bien la convocatoria a batir las cacerolas fue fogoneada con consignas
contra la corrupción y la inseguridad, este tipo de movidas siempre
suelen aparecer en momentos de penuria económica. No casualmente, muchos
de los cánticos de los "caceroleros" se refirieron al "cepo cambiario"
impuesto por el Gobierno. Por caso, ¿alguien cree casual que esta
semana se hayan fugado más de 150 millones de dólares por día por temor
de puntuales ahorristas?
Como
sea, el golpeteo de las cacerolas llega en mal momento para el
Gobierno: justo cuando las entidades del campo han convocado a una
medida de fuerza para el próximo martes.
Los
ruralistas intentan "nacionalizar" el conflicto que se inició en la
provincia de Buenos Aires a causa de la reforma impositiva que logró
hacer aprobar Daniel Scioli. Por si las moscas, este último ha iniciado
una vía de diálogo con un conocido referente del campo —el único que no
ha mencionado al gobernador en sus reclamos—, intentando trasladar las
demandas "campestres" al plano nacional. "Si no sacábamos esta ley,
desde la Nación no nos bajaban la guita para pagar los sueldos y
aguinaldos de junio", le confesó Alberto Pérez, jefe de Gabinete
provincial, al mediático ruralista.
Mientras
esto ocurre, crece el temor en el seno del oficialismo por la
posibilidad de que los "caceroleros" se unan a la protesta de los
ruralistas. Sería una mezcla letal, que se sumaría a la imparable
escalada del dólar "blue".
Respecto a esto último, el Gobierno ha decidido a apelar a las armas que mejor conoce para controlar ese mercado: la presión pura y dura.
En tal sentido, el "todoterreno" secretario de Comercio Interior,
Guillermo Moreno, contactó en las últimas horas a diversas casas de
cambio, corredores y algunos banqueros para advertirlos sobre la
iniciativa. "No me importa a cuánto lo consiguen ustedes, desde el lunes quiero el blue en 5 pesos", les anticipó con su usual violencia el funcionario.
Alguien
debería recordarle a Moreno que la economía no funciona por obra y
gracia del patoterismo, por más eficiente que este sea; sino de acuerdo a
la ecuación que surge entre la oferta y la demanda del propio mercado,
un ente tan intangible como incontrolable.
Por
lo antedicho, será casi imposible que el dólar se frene en el techo que
él anhela. A lo sumo, logrará que aparezca una nueva cotización
"paralela". En Venezuela se comenzó de la misma manera en el año 2003 y
solo se logró la existencia hoy de cuatro tipos de cambio diferentes:
dos clases de dólar que pueden comprarse a través de la Comisión de
Administración de Divisas (Cadivi), los que maneja el Banco Central
venezolano y un cuarto que surge de comprar títulos en la Bolsa de
Valores y revenderlos en el exterior. ¿Cuánto demorará la Argentina en
alcanzar tan triste récord?
Hay otra cuestión que habría que mencionarle a Moreno: los
mismos aprietes que hoy quiere aplicar fracasaron en el pasado, a la
hora de intentar controlar el mercado de precios y la inflación.
A
diferencia de esos días, hoy el poderoso secretario se encontrará con
una fuerte resistencia por parte de la sociedad que otrora lo miraba con
temor. Se trata de personas de carne y hueso, que han perdido el miedo a
causa de su propia desesperación y que son muy fáciles de identificar:
cada una de ellas porta una plateada cacerola en su mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario