sábado, 5 de junio de 2010

Duro golpe de los mercados a España por sus excesos / Sergio Barbeira

Las bolsas de medio mundo viven unas jornadas frenéticas durante las últimas semanas, y cada día que pasa las decisiones de compra y venta de acciones son más impulsivas. En los mercados se respira nerviosismo y eso se nota en los rostros estresados de los corredores de Bolsa, que incluso llegan a tirarse de los pelos al final de una sesión llena de pérdidas y de títulos cotizando en rojo. El parqué madrileño no es ajeno a esa histeria colectiva y, últimamente, suele ser el mercado bursátil que más sufre los vaivenes de los inversores.

El viernes el Ibex-35, que es el índice más importante de la Bolsa española porque aglutina a las 35 empresas más negociadas e importantes, se dejó un 3,8% de su valor, la quinta mayor caída en lo que llevamos de 2010. La banca sigue siendo el sector en el que más inciden los ataques de los inversores extranjeros y españoles, debido a que la debilidad económica sigue todavía muy centrada en las novedades procedentes del sistema financiero.

A esto hay que sumar la incertidumbre que se cierne sobre la capacidad del Gobierno español para hacer frente a su creciente nivel de deuda y déficit públicos, incluso teniendo en cuenta los recortes ya aprobados por el Congreso de los Diputados y que suponen el mayor ajuste realizado por la Administración Pública en su historia. Las escasas expectativas de un acuerdo entre patronal y sindicatos para llevar a buen término la reforma laboral es otro de los factores que echan para atrás a los inversores a la hora de confiar en la economía española.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha mostrado en diversas ocasiones contrariado por el trato que los mercados han dado a la economía española en los últimos tiempos. El Gobierno central se justifica diciendo que la deuda pública española es bastante inferior a la del resto de países europeos (Alemania y Francia entre ellos), algo que es cierto. El déficit público tampoco es el mayor de la UE.

“Lo que preocupa a los inversores es la rapidez con la que aumenta la deuda española, no su volumen”, explica Antonio Grandío, economista y colaborador de Xornal de Galicia. “Se piensa que el escenario macroeconómico español va a ser débil y los mercados no confían en que el Ejecutivo vaya a ser capaz de recortar el gasto tal y como se ha comprometido”, indica Estefanía Ponte, analista de Fortis.

La deuda pública española ascendía al cierre de 2009 a 559.650 millones de euros, el 53,2% del Producto Interior Bruto (PIB). Esta cifra supone 127.000 millones más con respecto al año anterior. Como consecuencia de este enorme endeudamiento, el déficit público se duplicó entre 2008 y 2009, al pasar de 44.260 millones a 117.630 millones de euros. Ahora se sitúa en el 11,2% del PIB, el triple que un doce meses antes.

El incremento de la deuda pública parece fuera de control a la vista de los datos, pero todavía sigue siendo relativamente bajo si se compara con el de otros países europeos. Sin embargo, poco se habla de la deuda privada, de familias y empresas, que en el último año aumentó muy ligeramente, pero que es mucho mayor que la pública.

Las familias y empresas españolas deben a las entidades financieras 1,78 billones de euros, el 169,4% del PIB, un endeudamiento que se ha estancado desde que se recrudeció la crisis, pero que no ha dejado de aumentar en los últimos años. Para ilustrar los excesos vividos por la economía española basta decir que la riqueza generada por España en un ejercicio se incrementó en un 34% en los últimos siete años, mientras que la deuda privada se disparó un 156%, a un ritmo cinco veces superior.

Desde 2006, han sido las empresas las que más han contribuido a ese auge de la deuda privada, y de hecho no pararon de endeudarse justo hasta el año pasado, cuando la solicitud de préstamos sufrió la primera caída en años.

“Pese a su enorme tamaño, la deuda privada no pesa tanto en el comportamiento de los mercados como la pública”, afirma Estefanía Ponte. Aun así, la analista de Fortis reconoce que ese gran endeudamiento privado deja al consumo “muy tocado”, a lo que se añade la situación del mercado laboral, con una tasa de paro que supera el 20%, la más alta de toda la Unión Europea.

Por su parte, Antonio Grandío considera que la deuda pública “no es preocupante” en cuanto a su volumen, pero los mercados “se han empecinado en eso y son los que imponen su ley”, añade. En cuanto al sector privado, Grandío es explícito. “Hemos vivido 15 años del crédito externo y de aquí a final de año necesitamos 300.000 millones de euros del ahorro exterior”, indica el caterdrático de Economía de la Universidad de A Coruña (UDC).

En una entrevista concedida a Xornal, el ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, el socialista Jesús Caldera, reconoció que España “tiene mucha deuda privada” y que cualquier duda sobre la capacidad del Estado de controlar su déficit aumenta hace más cara la financiación de la deuda de familias y empresas.

Sin embargo, Caldera no ve con malos ojos el endeudamiento privado si su función ha sido mejorar la economía española. “Ese endeudamiento ha permitido a muchas empresas españolas, que están a la última tecnológicamente, desarrollar una expansión en los mercados internacionales, que es muy buena para el país”, indicó el ex titular de Trabajo del Gobieno de Zapatero.

Grandío es de la misma opinión. “Tenemos 40 empresas que son campeones internacionales, por lo que no todo es malo. Hemos mejorado mucho, pero ahora nos vemos abocados a un importante sacrificio que durará entre dos y tres años”, apunta el economista gallego. “Nos piden más medidas estructurales que mejoren nuestra competitividad”, añade.

La crisis económica ha aumentado la cultura financiera de los ciudadanos a base de malas noticias y en los últimos días se ha hecho un hueco otra expresión, también por razones dignas de olvidar. El riesgo-país de la deuda española ha alcanzado máximos al superar el viernes los 200 puntos básicos. Este indicador mide la prima de riesgo que el Estado español ofrece a los inversores que compran deuda pública y que no ha dejado de dispararse últimamente respecto de los bonos alemanes, que son los de referencia.

Según los datos del mercado secundario de deuda, la rentabilidad de los bonos españoles a diez años escaló hasta el 4,59% el pasado 4 de junio, frente al 2,55% de los alemanes. Si el Estado español tiene que ofrecer una mayor rentabilidad a los que compran su deuda eso significa que existe un mayor riesgo de que no pueda hacer frente al pago de sus obligaciones.

Por tanto, cuanto menor sea la prima de riesgo, mayores serán las esperanzas depositadas por los inversores en la solvencia de la economía española. Por delante de la cada vez más elevada prima de riesgo de la deuda española se sitúan la ya intervenida Grecia (con más de 500 puntos básicos), Irlanda y Portugal.

Uno de los peligros que amenazan la situación concreta de España es la posibilidad de un contagio de los síntomas de Grecia, cuya economía ha sido intervenida recientemente por la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) por valor de 120.000 millones de euros a tres años; un hipotético rescate a España requeriría seis o siete veces esa cantidad, por lo que pondría en jaque a toda la UE.

Y como consecuencia de la fragilidad de las cuentas públicas de España y otros países europeos, el euro ha visto como perdía valor frente al dólar de Estados Unidos, y el viernes perdió la cota de los 1,2 dólares, su nivel más bajo desde el 11 de julio de 2005.

El reconocimiento por parte del Gobierno de Hungría de que atraviesa una “grave situación” económica similar a la de Grecia fue un motivo más que arrastró a la moneda única europea hacia mínimos. El primer ministro del país, Viktor Orban, que llegó al poder el 29 de mayo, ha reconocido que el anterior Ejecutivo falseó las cuentas públicas, como sucedió en el país griego. Ni tan siquiera el anuncio del Gobierno húngaro de que en menos de 72 horas presentará un plan de choque económico consiguió calmar a los mercados de toda Europa.

El índice Bux de Hungría se dejó el 3,34%, Atenas el 5%, Milán (-3%), París (-2,86%); Lisboa (-2,2%) y Francfort y Lonres (-1,91%).

Por su parte, el Ibex 35 español se desplomó más incluso que la propia Bolsa húngara, con una caída del 3,8%. Precisamente, las dudas que existen sobre la estabilidad de las cuentas públicas españolas explican ese pánico de los inversores respecto a la economía española.

Los expertos ya avanzaron que la volatilidad en los mercados continuará en los próximos meses, ya que pesa mucho la incertidumbre.

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