martes, 12 de febrero de 2008

Pufos: vuelve el cobrador del frac / Alberto Míguez

La vida cotidiana española está experimentando en los últimos meses un cambio cualitativo incluso gramatical de envergadura del que sólo los protagonistas directos se dan cuenta.

Hasta el vocabulario, los usos y costumbres y los horarios están cambiando, y todo ello a causa de la pavorosa crisis económica que se anuncia o que ya está en marcha. Sólo los irresponsables o los políticos del Gobierno tienen rostro para decir que aquí no pasa nada y todo mejor que nunca.

No vale la pena hablar ahora de los impagos de hipotecas, de las tarjetas de crédito como instrumento para enjuagar mensualmente las deudas (con intereses descomunales), los primeros “pufos” en comercios de barrio, de los pagos a plazo de los más diversos productos: desde las vacaciones, los muebles, los entierros, hasta el palco de un teatro.
A los bancos no les hace ilusión alguna conceder créditos y, si pueden, se abstienen, pero pocos son los españoles de clase media y modesta que no tengan sustanciosas deudas con los grandes almacenes, los supermercados, los mercados de barrio y hasta colegios.

Hace años poblaban nuestros barrios una serie de personajes pintorescos como el “cobrador” del frac encargados de cobrar “deudas incobrables”; no falta mucho para que reaparezcan los cobradores, entre otras razones porque ciertas empresas dedicadas a la ingrata tarea de cobrar “pufos” utilizarán todo tipo de métodos para salirse con la suya aunque sea poniendo en la calle a los del frac.
La pregunta que se hacen muchos es si el método funcionará esta vez. Durante el franquismo crepuscular tuvo cierto éxito.

Ha vuelto “el pufo”, una palabra que prácticamente había desaparecido del lenguaje cotidiano de empleados, amas de casa, padres de familia y gente ordinaria. Se dejan pufos en comercios de ultramarinos, carnicerías, fruterías, hasta panaderías.
El “pufo” tiene características muy especiales: quienes lo asumen saben exactamente cuánto renta y cuál es el límite para pagarlo o enjugarlo. Por lo general, cuando el “pufo” tiene ciertas dimensiones se convierte en “cuaderno” y el dueño de la tienda apunta la deuda de cada cliente moroso que recuerda por lo general a finales de mes. Cuando cumple el plazo se dirige muy educadamente al deudor recordándole sus obligaciones.

La España del realismo decimonónico —Pérez Galdós, Baroja, Solana— utilizaba el “pufo” como arma cotidiana para salir del paso. Las gentes del pueblo, las amas de casa, tenían casi todas ellas pufos con el tendero. No era un drama irresoluble sino un mal recuerdo.

Ahora las cosas han cambiado. Tras la etapa de prosperidad de los sesenta, la costumbre y hasta la palabra habían desaparecido. Ahora la broma se ha terminado y la gente de pueblo habla del “agujero” o de la “obligación” con el tendero de la esquina como algo normal.
Cuando se trata de hipotecas la cosa es más grave porque tras los impagos acechan los métodos administrativos más radicales que pueden terminar con la pignoración del bien afectado, el deshaucio o la subasta. Los llamados “subasteros” están viviendo una edad de oro.
El número de hipotecas impagadas en los últimos meses en España comienza a ser preocupante. La subida de las hipotecas en casi todos los hogares españoles ha descuajeringado las economías más modestas. Y estamos empezando, según los expertos. Precisamente por eso cada día es más difícil conseguir una hipoteca en buenas condiciones. Hay una política restrictiva que evita el pufo hipotecario porque al final esto suele terminar malamente.

Todo el mundo sabía que algo así iba a producirse porque la crisis económica anunciada se consolidaría. Los primeros que lo sabían eran, naturalmente, los bancos. Muchos sabían también que las deudas contraídas en momentos de euforia eran un disparate despilfarrador.

La próxima Semana Santa será un magnífico test para saber si el pufo le gana la batalla a la deuda racionalmente contraída. O si el coche nuevo recién adquirido no fue sino sueño desesperado. Adiós a los cruceros por el Caribe, a las vacaciones en la Costa del Sol.

Al cobrador del frac le están planchando la chalina y el paletó desde hace meses. He ahí un trabajo de grandes posibilidades futuras.

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