jueves, 3 de julio de 2025

Todo lo que el 5% esconde / Jaume Masdeu *


El artículo 5 es discutible pero el 5% de gasto en defensa no. Con esta idea, Donald Trump aterrizó la semana pasada en la Haya y consiguió buena parte de lo que quería. 

El presidente norteamericano llegó, vio y dice que venció, y en esta ocasión es cierto que se ha apuntado un triunfo y de los que más le gustan, la sumisión de los aliados, con un Mark Rutte de adulador en jefe y 31 socios con muchas ganas de complacer. 

Todos, o casi, porque la excepción fue un Pedro Sánchez que, con su no al 5%, se granjeó las iras de Trump, que amenaza con represalias comerciales a España; y no consiguió ni un apoyo, implícito o explícito, de otros países, muchos que podían pensar igual que él, pero con miedo a molestar al zar.

La propuesta se ha formulado sin argumentación que justifique que sea la necesaria para cumplir con los objetivos de capacidades, que son la clave de todo. El argumento es que los objetivos son secretos, y a partir de ahí, hay interpretaciones diferentes entre España y la OTAN de qué se necesita para llevarlos a cabo. 

En cualquier caso, el paso del objetivo actual del 2% de gasto en PIB a un 5% en el 2035 supone un salto enorme que ya se verá quién lo acaba cumpliendo. El 2% marcado en el 2014 todavía hoy en día hay países que no lo aplican. Es lo que pueden haber pensado algunos socios, mejor dar el sí a Trump, evitar desatar su ira, y el futuro está aún por escribir.

Se le puede añadir otro interrogante y es si con la actual poca fiabilidad de la administración norteamericana, que siembra regularmente dudas sobre el artículo 5 (la cláusula de defensa colectiva que establece que un ataque contra un aliado es un ataque contra todos y que es la base fundamental sobre la que se asienta la OTAN), si con esta incertidumbre Europa está decidida a conseguir una autonomía estratégica de la que ahora carece.

 Somos “un protectorado militar”, dijo la semana pasada el ex alto representante de la UE, Josep Borrell. En la Haya no se percibió ningún atisbo de esta cacareada voluntad europea.

En todo caso, Sánchez se la jugó como llanero solitario por motivos económicos, de eficacia, y por supuesto, políticos. Económicos porque un aumento como el que se plantea, con un 5% que supondría destinar 80.000 millones de euros a Defensa, es difícilmente asumible sin desmontar partes de un estado del bienestar muy propio de Europa y de España.

 Sánchez se ha comprometido a pasar del 1,4% del PIB en 2024 al 2% este mismo año, y ha asumido llegar más adelante al 2,1%, con lo que calcula que cumple son los objetivos de capacidades que le ha asignado la OTAN. 

Respecto a este mayor gasto, ya han llegado avisos de la Airef para España señalando que el incremento del gasto en defensa del 2% tendrá impacto en la deuda y el déficit (y examinaba el 2%, no el 5%). Y también recordatorio en junio de la OCDE para Europa, indicando los riesgos que comporta relajar las reglas fiscales para invertir en Defensa.

Un segundo elemento que explica la posición española en contra del 5% son los efectos que tendría un incremento del gasto a este ritmo. Es difícil ver como se puede canalizar de manera productiva, incentivando la actividad económica y potenciando la industria propia, que en España está muy lejos de los niveles de la europea. 

Fuentes cercanas a Indra, una de las industrias punteras, que acaba de anunciar que doblará hasta los 2.000 millones los contratos de Defensa este año, reconocen que no hay capacidad para absorber según qué aumentos del gasto y que buena parte acabaría en compras a otros países.
Las principales industrias de Defensa en España, como Airbus, Navantia, Indra y GDELS, la filial del gigante norteamericano General Dynamics que está en proceso de redoblar su presencia en el país, están ansiosas de aprovechar los nuevos tiempos. Juegan por su cuenta y también forman consorcios, como Tess Defense, para desarrollar los blindados 8x8 Dragon, pero son conscientes de que no tienen capacidad para asimilar un aumento tan drástico en tan poco tiempo.

La industria española de defensa no tiene capacidad para asumir el aumento de inversión que se reclama 

El tercer argumento, y aquí decisivo, es el político y juega muy a corto plazo. Presionado por unos socios contrarios al aumento de gasto en Defensa, ya fue duro para Sánchez fijar el 2%, y hubiera supuesto probablemente una ruptura el salto al 5%. 

Es por ello que el presidente español, en lugar de contemporizar como hicieron otros aliados, pensando que ya se vería en el futuro, plantara su no y tuviera que soportar el viento huracanado de la ira de Trump, los dardos de un Mark Rutte que le concedió el compromiso en una carta, pero que intentó matizarlo con declaraciones posteriores; y el silencio de unos aliados con miedo a molestar a Trump. 

Jugada de alto riesgo de Sánchez con resultado aún por determinar, pero que marca una diferencia en un escenario de sumisión de los aliados europeos al jefe Trump.

Para bien o para mal, Sánchez ha quedado señalado como el rebelde. No gustó en una OTAN que interpreta el resultado de la cumbre de la Haya como una muestra de unidad, y que acepta como normal los piropos de Rutte que llamó "daddy" al presidente norteamericano. 

El presidente español incomodó a socios como Italia, con una Meloni reticente con el 5% pero sin ganas de molestar a Washington, y ahora, una España marcada está a la espera de si las amenazas de Trump sobre un castigo sobre los aranceles se llevan a cabo o hay un ejercicio más de TACO ("Trump Always Chickens Out").

La presión de un Trump desencadenado puede llegar por muchos lados, pero si juega con los aranceles tiene difícil focalizarlos solo en España, porque en la UE se juega en bloque, sin opción a que un tercero individualice penalizaciones. Lo que sí es factible es aplicar aranceles en las áreas que más afectan a España como serían aceite, vino, bienes de equipo y farmacéuticas. 

Otra vía, cuentan los expertos, sería bloquear el acceso a contratos públicos norteamericanos a las empresas españolas. Y un tercer camino indirecto, puede ser la presión sobre España de los socios europeos inquietos porque, a causa del rebelde Sánchez, ellos pueden también sufrir consecuencias. Todo, además, mientras se está en plena negociación de los aranceles, con fecha límite el próximo 9 de julio


Coincidieron en la misma semana el 5% de inversión de la OTAN con el acuerdo del G-7 de eximir del impuesto mínimo del 15% a las multinacionales norteamericanas, un compromiso que se había alcanzado el 2021 en la OCDE para las empresas que facturan más de 750 millones de euros. 

Es un triunfo de Trump que, desde que inició su segundo mandato, avisó de su intención de sacar a su país del acuerdo. A cambio de este pacto, el Congreso de Estados Unidos eliminará la "cláusula 889" que permitía a EE.UU. tomar represalias si se consideraba que sus empresas sufrían discriminación fiscal.

 (*) Periodista  español de La Vanguardia

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